miércoles, 5 de marzo de 2014

Él soñaba despierto


Él estaba en otro mundo: en el roce de su mano al sostenerle la puerta. Mientras firmaba uno tras otro los documentos que le pasaba su secretaria, él sólo soñaba, despierto, como se tienen los mejores sueños. Sabía que era como querer unir el norte y el sur, el agua con el aceite. Aunar el mar y la arena sin que saliera fango. No se lo podía creer, sentirse como tras aquel beso de los 12 años tantas décadas después. Igual de inocente, de inexperto, de asustado. Sólo que esta vez ni siquiera había habido beso. Eso que tontamente llamaban mariposas en el estómago era un punzante dolor de barriga, nervios que le cerraban el estómago y un único pensamiento que le ocupaba toda la cabeza. Él, que era famoso por saber hacer y controlar mil cosas a la vez. Pero ahora, indefendo, de lo único que se sentía capaz era de tenerla a ella en la cabeza. De soñarla. Soñar con lo imposible despierto porque sólo despierto los sueños pueden convertirse realidad. Su mano, rozarla otra vez.