viernes, 28 de junio de 2013

Es amor


Es amor. Pero no tiene nada que ver con esas canciones que se escuchan en la adolescencia ni con esas frases repetidas hasta la saciedad en las películas. Ni piedad ni cursilería. Ni siquiera amor son esos versos. No, ni siquiera.

Pero es amor. 
Así, con su simbolismo y su pureza, pero desnudo. 
Con el arrebato pero sin la filosofía. El amor no entiende de cines ni de celos, ni de escalones. 
Ni de convenciones sociales ni, por supuesto, de género. 

Es el mundo reducido a dos cuerpos. 
Es la piel erizada, la agonía.
Es el fin del mundo y la eternidad. 

No es la pareja, ni es el marido ni la mujer. Tampoco es el amante. 
Es la unión (in)visible y desgarrada, la que puede contra todos los miedos.

Después viene el engaño, las apariencias, la cotidianidad, el silencio, la presencia, la compostura, el aprendizaje, la vida. 
Eso ya no es amor. Pero lo otro, ese instante eterno e íntimo donde nada se quiebra, sí es amor.