miércoles, 27 de marzo de 2013

El teatro y los amigos



Subió el telón. Nos colocábamos esas camisetas blancas en las que ponía ‘Día Mundial del teatro’ y jugábamos a ser otros. El teatro era amistad, las primeras. El taquillero hacía la vista gorda y nosotros, valientes e invencibles, nos creíamos que éramos muy astutos y que estábamos colándonos en las funciones para cuyas entradas no alcanzaban nuestras pagas de adolescentes. 

Mientras el telón permanecía subido, el mundo se paraba. El corazón se nos salía del pecho y reíamos y llorábamos como si nada más fuera de aquel 'Gran Teatro' importase. Después, excitados, prolongábamos nuestra salida de aquel edificio que en pleno centro de Huelva, nos atraía por su olor. A la salida, esperábamos a los actores -nuestras primeras y nada improvisadas entrevistas- y los atosigábamos diciéndoles que también nosotros hacíamos teatro. 

Y era cierto, tardes de ensayos en el 'Lazareto', de duendes y de confesiones que nos hacían cultivar una pasión pero al mismo tiempo engendrar una amistad a tres bandas que supimos inquebrantable con el tiempo. La vida sorprende, los amigos son muy pocos, algunos se hacen personas con alma a la par que tú, otros aparecen en un momento inesperado como un regalo, el mejor  regalo de la vida. A veces te decepcionan, y como canta Sabina, muerta la amistad, sabe igual que el fracaso. Hay traiciones y lamentos, pero también hay personas que miras a los ojos y sabes que estarán a tu lado para siempre, dándole sentido a la palabra amistad. 

Porque los amigos, los de verdad, te dan esa fuerza, la misma fuerza con la que nos comíamos el mundo cuando el telón bajaba y salíamos renovados y resucitados de esas obras de teatro que marcaron nuestra adolescencia. Y también -la vida continúa- los primeros años de juventud. Aquel 'Decíamos ayer', los encuentros, 'Las manzanas del viernes' con diálogos que aprendíamos de memoria, y hasta, años más tarde, la ESAD. El teatro como banda sonora de una vida en la que por aquellas (mucho más que ahora) tenía muy claras mis metas y mis pasiones, mi alma de periodista enamorada del teatro. 

Por todo aquello, cuando llega el 27 de marzo, me acuerdo de esos juegos compartidos, de aquel 'Gran Teatro', de aquella eterna Maricastañas... y me alegro de estar rodeada de cómplices, desde aquella adolescencia un poco caótica y muy diferente a la de otra gente de mi edad, una adolescencia de libros cuyos protagonistas se levantaban del papel  y se hacían vida. Porque el teatro, como la vida, como la amistad, necesita pasión y sinceridad.  

viernes, 8 de marzo de 2013

Mujer trabajadora


Ya no sé si no escribo en el blog -porque fuera vaya si escribo, tres páginas diarias- por falta de tiempo, por pudor -me estoy haciendo mayor- o por pura desgana; el caso es que -el archivo lo confirma- en lo que llevamos de año no he escrito una sola línea. El año pasado estaba más inspirada, y escribí de las mujeres que me enseñaban (8 de marzo, por las mujeres que admiro y por la mujer que soy) y del caso de tres mujeres que habían perdido su trabajo en la madurez (Tres mujeres trabajadoras despedidas). Curiosamente, a una de aquellas tres mujeres tuvieron que readmitirla después de que llevara el caso a los tribunales. 

Hoy retomo la palabra, pero más que inspirada, que no lo estoy, por las circunstancias, porque estoy en la redacción, como en aquella época de los 'minutos musicales nocturnos', aunque las cosas en esta redacción hayan cambiado mucho desde entonces. Pero bueno, sobrevivir, hemos sobrevivido, y el trabajo se hace lo "más dignamente posible".

Más que desgana, o falta de tiempo -que siempre he sabido sacar-, debe ser lo del pudor, el arrepentirme después de lo que he dicho o dejado escrito ahora que, nada era tan seguro como creíamos. Yo que siempre pensé que los años me darían certezas y resulta que lo que me dan son dudas. Tal como están las cosas, no sé durante cuánto tiempo más seré una mujer trabajadora, pero estoy orgullosa de haber tenido la oportunidad de haberlo sido. Y eso es gracias a un montón de mujeres que reivindicaron, a voz en grito y con acciones, cuáles eran nuestros derechos. Pero es gracias también a las mujeres que tengo enfrente, que me enseñan cada día, desde la mesa de al lado. 

A las mujeres, porque aún hay mucho por lo que soñar, al menos, mientras la lucha entre el bien y el mal no esté del todo perdida. Hay que ser agradecidos, porque tenemos mucho. Yo sé que tengo en mis manos muchas oportunidades. Pero hay que ser también reivindicativos porque a veces en la rutina diaria se nos evaporan los sueños y las ganas de defender nuestro papel, nuestra identidad, la de mujeres trabajadoras y la de mujeres libres.