domingo, 30 de diciembre de 2012

2012

El tren atraviesa el país desde este sur de la infancia al Madrid de las filias y las fobias, tan idealizado en la adolescencia, tan aborrecido años después y tan estimulante al mismo tiempo. El año 2012 va dando sus últimos coletazos... ¿por qué recordaré este año? Diré aquel año lo estrené haciendo un viaje a Alemania con mamá y con los amigos del alma, con los que no hacen falta palabras, con Ale y Cris. Hubo más viajes, Valencia con la familia, Ibiza con Àngela. Ella también viajó a verme, junto a Óscar, ambos compartiendo conmigo esta incertidumbre y pasión periodística que tanto nos condiciona, Marruecos siempre presente. Territorios para enseñar y otros para descubrir. Redescubrir es lo que hice también en Roma en un viaje con Tamara que fue muy especial y con el que se fue terminando el año. Los ùltimos días los pasaré en Madrid, previa pequeña escapada a San Fernando para celebrar las bodas de oro de mis abuelos. Pese a los disgustos previos fue un día muy bonito en el que creer en el amor. Lo malo, las ausencias ¿Qué más ha dejado 2012? Alguna pelea, fracasos, decepción... Hay personas con las que en un determinado momento de la vida compartes parte de ti, después esa vinculaciòn se rompe, ya sea por la distancia, por los conflictos o por la vida. Yo aprendí a querer mientras dura, sin rencores ni reproches. Algunos amigos se van quedando en el camino dejando atrás momentos compartidos que permanecerán en la memoria. Otros están más cerca y te acompañan y te arropan ante el frío de la vida. Con esos he podido compartir también horas de este 2012. Aunque supongo que puestos a recordar cuando piense con el paso del tiempo còmo era yo en aquel lejano 2012, Ceuta será lo primero que venga a mi mente, y como para entonces la memoria -siempre inteligente- ya me habrá hecho olvidar lo malo, me vendrán recuerdos de todo lo que aquel año aprendí cuando era esa periodista de local de El Pueblo de Ceuta y me vendrá a la cabeza la redacciòn, el mar, los cafés, la comida china, Chila, los amigos, la ternura. Aquel año yo vivía en Ceuta, diré... còmo pasa el tiempo...Así lo intuyo mientras el tren, como la vida, continúa avanzando... hasta reencontrarme con el enano y mamá y terminar así el año con la familia. Feliz 2013... y bienvenidas sus 365 nuevas oportunidades.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Los 80 son nuestros



Llegué a ‘Los 80 son nuestros’ emocionada con la idea de poder ver sobre el escenario a Lydia Bosch hace casi 25 años. Además, te cautivan desde la primera palabra Amparo Larrañaga y Luis Merlo que ya siendo unos veinteañeros con cara de niños apuntaban maneras de grandes. Pero si hay algo que me ha tocado es la obra en sí –por otro lado, como suele ocurrir con los textos de Ana Diosdado–, una historia que habla de la juventud, de los jóvenes de hace casi tres décadas pero sin perder apenas un ápice de actualidad, un texto dramático que visto con los ojos de hoy en día no puede dejarte indiferente. 
Ha cambiado el lenguaje –la jerga– y las drogas, probablemente, más tecnológicas en la actualidad, y ha cambiado el vestuario y la puesta en escena, pero la esencia, el discurso –como en cualquier historia de una escalera– sigue siendo la misma. La generación perdida a prueba de balas, la desesperanza ante la inactividad social.
Parásitos de la sociedad en los que nos hemos convertido, convencidos de que la realidad es inamovible, quejicas desencantados –y con razón– porque no nos han dado la oportunidad de la que nos hablaron. La contracultura. Una juventud agriada y cada vez más vieja. ¿Hasta que edad se es joven? El desencanto versus la necesidad de ser partícipes del cambio, del ansiado cambio en el que no sabemos ya si creemos. ‘Los 80 son nuestros’ me ha parecido una obra magistral.

-        Yo solo digo que somos privilegiados.
       ¿Privilegiados por qué? ¿Porque comemos caliente y nos enseñan trucos para escalar puestos? ¿Y si no nos gustan los puestos por los que nos hacen escalar? ¿ Y si no nos basta con comer caliente para tener ilusión por la vida? Para creer que esa mierda de vida merezca la pena. Y si cada mañana nos cuesta un trabajo espantoso levantarnos porque no sabemos a dónde nos llevan ni por qué nos llevan ni si vale la pena ir.

(Y ver a Lydia, por supuesto, es siempre un placer)

lunes, 29 de octubre de 2012

Arcoiris


Contradicciones que florecen en medio de la autodisciplina. Vender la verdad demasiada barata y edulcorada. Palabras que desentierran el rumor del mar. No por no decirlo en voz alta desaparece. Más bien se hace grande, se hace fuerte empujado por el miedo. Silencios atroces, susurros al viento.  Secretos bien guardados. Versos. Y de pronto un gesto atropellado, molinos de viento, reacciones repentinas y reveladoras. Si te dijera, amor mío, que temo a la madrugada. Querer demasiado duele. Pensar demasiado duele más. Protegerse de la atodefinición, de la crítica, de la exposición indiscriminada. Pero el tesoro no estaba en el fondo del mar, ni el mensaje se escondía en la botella. Dar rienda suelta. Demasiados bloqueos que lo impiden. Arcoiris que enseña el camino, pese al temporal. Dónde está...

jueves, 11 de octubre de 2012

Dulces sueños, Ana


He tenido buenos profesores. También los he tenido muy malos. Pero los que quedan en el recuerdo, los que te dejan huella, son los buenos. Entre estos, los he tenido incluso imborrables. Y los he tenido en todas las etapas de mi formación, desde el colegio hasta el máster. Hoy, una antigua profesora ha colgado en Facebook el mensaje de que una compañera suya de la facultad, profesora mía hace unos años, ha muerto. Ana María Vigara me dio clases de 'Uso correcto del español' en el máster de ABC. No me lo quito de la cabeza desde que me he enterado de su muerte. No sólo porque casi nunca te esperas la muerte y aún menos en alguien que era tan joven, sino sobre todo porque he conocido pocas personas con tanta vitalidad y energía. Era como una niña, siempre risueña, alegre. Así recuerdo sus clases, como una explosión de entusiasmo. Amaba la lengua y promulgaba que se utilizara con ese mismo amor, con la corrección que siempre enseñaba con ejemplos. Nos abarcaba, nos implicaba. Nos reuníamos alrededor de la mesa en ese 'búnker' nuestro sin ventanas y nos enseñaba algo que un periodista nunca puede olvidar: a hablar y a escribir buscando la excelencia, a hacer uso de una lengua tan rica como la nuestra con precisión. Pese a las prisas del periodismo local, cuando estoy a punto de teclear alguna información, siguen viniéndome a la cabeza muchas de aquellas enseñanzas y es gracias a ella.

Ahora que florecen las prejubilaciones, los despidos a los mayores de cincuenta, y que la enseñanza parece estar en peligro es necesario reclamar la figura de los maestros. No solo los educadores, sino todos aquellos que nos enseñan. Los veteranos que te ponen a prueba y que, sin pedirte nada a cambio, te sientan a su lado y te hablan, comparten, se comparten contigo. También los profesores que lejos de arrogancias te miran a los ojos y te enseñan a pensar, a tener criterio propio. Nunca se me han dado bien las memorizaciones. Sin embargo, todo aquello que me enseñaron con el alma se ha quedado para siempre conmigo. Dulces sueños, Ana.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Las chicas Gilmore

Las chicas Gilmore fue una serie estadounidense que se emitió entre los años 2000 y 2007. Aunque había visto algún capítulo de adolescente fue hace unos meses cuando estos capítulos llegaron a mis manos. Lorelai tuvo a Rory con 16 años y la serie comienza cuando la hija cumple esa edad. 
La serie aborda la relación entre la madre y la hija y sus experiencias de vida en un pueblo, Stars Hollow (Connecticut), donde todos los personajes son tiernos y excéntricos. Los amigos, los abuelos, los novios, las rupturas, el instituto primero, la universidad después, las ganas de Rory de convertirse en una gran periodista, el objetivo de Lorelai de montar su propio hotel, los sueños, las decepciones, las expectativas son algunos de los recorridos que hacen los personajes. 
Son siete temporadas en las que Rory deja de ser una adolescente dulce y estudiosa para convertirse en una joven un poco perdida en busca de sus pasos y su madre se pone al mundo por montera para lograr sus objetivos aunque no tenga la ayuda de nadie. 
A una buena trama se le suman unos diálogos alegres y muy rápidos y unas actuaciones impecables. Divertida, tierna, dulce, ágil y efectiva. Así, las chicas Gilmore me han acompañado en los últimos meses haciendo más ameno un final de verano que se ha hecho bastante largo, me he adentrado en la ficción para escaparme un poco de una realidad asfixiante. Connecticut podría ser un bonito lugar para explorar... Cualquier lugar, probablemente, sería en estos momentos un buen sitio para perderse...y avanzar.

jueves, 16 de agosto de 2012

Periodista de sucesos


Como una muñeca rusa, o una cebolla. Sólo en el fondo está la noticia, la esencia que te hizo amar esta profesión. Poco hay más emocionante que escribir un suceso. Pero poco hay también más difícil. Hay que despejar y llamar a puertas y discernir. Pero no basta, hay que despejar bien, llamar a las puertas bien y discernir bien. Lo demás son dudas. Y esa confusión provoca que de mil vueltas en la cama sin atreverme a preguntar. No tengo valor para escuchar las respuestas. La realidad choca con la utopía y resulta que demasiados intereses que se me escapan confluyen en cada capa de la dichosa cebolla. La responsabilidad de contar la verdad, de distinguir el grano de la paja, de poner en la balanza directrices, creencias, apegos y profesionalidad. Demasiadas tangentes que no entiendo. 
Un domingo desastroso -lo mío no es organizar-, un lunes de espejos rotos, un martes horrible y un miércoles para olvidar. Quizás debería haber sido enfermera, o maestra. 
Creo que he olvidado todo lo que aprendí en la asignatura 'Crimen y castigo'. No recuerdo qué matices te hacían llegar a la última muñeca rusa. La inexperiencia no ayuda, el carácter tampoco. Demasiados elementos en contra en un gazpacho emocional. Hoy no quiero ser periodista, por mucho que sea la profesión más bonita del mundo. 

jueves, 19 de julio de 2012

Ama lo que haces... o abandona


Mañana hay convocada manifestaciones por toda España en contra de los recortes de un Gobierno que quiere amargarnos la vida a todos. No se habla de otra cosa más que de la existencia ruinosa que llevamos, de la que cuando comienza a mejorar estaremos demasiado mayores -o muertos- como para disfrutarlas. ¿Qué queda si la vida no era como nos la contaron?

Los que sobrepasan los cincuenta años ven como todo lo que consiguieron se desmorona. Hoy decía la radio que desde primero de Economía se sabe que no se puede terminar de ahogar a alguien si lo que se quiere es salvarlo. Las nuevas medidas adoptadas por el Gobierno no hacen más que prolongar la agonía.
Cada cual ve la ruina desde su perspectiva, los que pierden lo que alcanzaron, los que lo rozaron tan sólo y los que no hemos llegado a ser conscientes de la vida. 
A los de mi edad -demasiado viejos para morir jóvenes, demasiado inmaduros para haber levantado nada sobre cimientos muy amueblados- no cesan de llamarnos la generación perdida. Crecimos entre algodones donde no sobraba nada, pero tampoco faltaba. No fuimos niños mimados, pero sí sobreprotegidos. Éramos conscientes de que costaba sudor y lágrimas cada gramo de confort, de ese que nos arropaba cada noche. Vimos a nuestras madres hacer malabares con las nóminas de clases medias y soñamos con ser, al menos, tan solventes como ellas. Estudiamos al arropo de unas familias que, como aprendimos en Sociología, ejercían de colchón ante las crisis. Estuvimos tan a 'la calor' que no supimos crear mecanismos de defensa para el día en que nuestros propios sueños se convirtieran en nuestra trampa mortal. 
Fuimos la generación de los pájaros sobrevolando nuestras cabezas

Pero llegaron los malos tiempos, la tan nombrada crisis, y nos pilló sobreformados, con carreras y máster a pares, pero sin ningún tipo de resistencia a la frustración. La mayoría, relegados al desempleo denigrante. Los pocos -afortunados-, explotados, ilusos y enjaulados. Nosotros, que íbamos a protagonizar el mundo y nos convertimos en la generación de confundidos, los idealistas de 'Ama lo que haces..o abandona'. Todo blancos o negros, sin los matices de las desilusiones. Ciclotímícos asustadizos. 

Cuando la crisis pase seremos demasiado mayores como para ser jóvenes y la oportunidad perdida, no vuelve. ¿Qué queda? ¿Manifestarse? ¿La palabra? ¿La agonía? ¿Amar... o abandonar?

lunes, 4 de junio de 2012

Debilidades de 'plumilla'



A veces los intereses -y pensamientos- se entremezclan, el oficio de escribir (sobre otros) se complica, las presiones -de un lado y del contrario- empujan en direcciones que no alcanzan ningún punto en común. La coherencia o la ausencia de lágrimas. Es difícil. No es fácil. 
Batalla de poderes. O individualidad. Decidir si arriesgar o no, o simplemente saber dónde termina la línea de la profesionalidad y empieza la de la ética. La fuerza frente a la debilidad. 

En las facultades de Periodismo no enseñan a tomar decisiones ni a hacer frente a las consecuencias. Supongo que crecer -profesionalmente hablando- es también perder peleas, agachar la cabeza y no encontrar el camino adecuado. 
Perderte en tu caos de periódicos y vida. 
Pensar, aunque sea por unas horas, que nada de esto que amas merece la pena; para empezar, porque no estás a la altura, o porque -tan fácil y tan complicado- no estás dispuesto a esforzarte por estarlo. Recordar mil citas sobre 'plumillas', pero que hoy ninguna encaje.

Tres horas después...
 Y la cita apareció. Siempre aparece, aunque sea por puro 'realismo mágico'.
"El periodista es una especie de hombre de confianza que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de estas para luego traicionarla son remordimiento". (Janet Malcolm)
 Sólo que no siempre se traiciona, y esa 'no traicción' te convierte, supongo, en peor periodista. 


viernes, 1 de junio de 2012

Pudor


"En medio de la oscuridad de la noche, cuando por la calle no pasa un alma y no veo más ventana encendida que la mía, le digo a mi voluntad

—Déjame resistir una hora más. No debo irme a dormir sin dejar mi post colgado. ¿Un post es un apunte contable, una obligación contraída con un banquero moral, un telegrama al pasado, una botella con un mensaje lanzado por la borda de un barco de cabotaje al que ni la oscuridad ni los temporales detienen?"



Esta "declaración de principios" me hizo recordar que, a lo tonto, casi han pasado dos meses desde que escribí mi última entrada. Excusas tengo para llenar este tiempo: un cambio de casa, por ejemplo. Alguna que otra excursión en los pocos días libres y, sobre todo, como siempre, mucho trabajo. Otros lo quisieran, entre tanto paro. 

Pero el caso, que serían excusas. La verdad es que no he escrito por un ataque de pudor. Tras la última entrada de blog, fui consciente  -me hicieron ser consciente- de lo expuestos que quedamos al escribir; frágiles hasta el límite de que tus palabras y tus reflexiones pueden ser utilizadas por otros -de una manera rastrera- en contra de uno. 

Carecemos de pudor, y por ello, escribimos palabras 'subliminales', versos melancólicos, dudas eternas y 'estados' agresivos. Las redes sociales nos ayudan. Los amigos -contados por centenares- de 'Facebook' descubriendo tu intimidad a través de fotos que ya no guardas en álbunes privados. La soledad enfrentada a golpe de tecla. La privacidad devorada con un 'Me gusta'. Somos exhibicionistas, luchamos contra nuestros miedos 'colgando' nuestra cara más bonita. Perdemos el pudor para ganarle la batalla a la realidad.

Por eso, a veces no viene mal un ataque de pudor. Te ayuda, al menos, a ser más precavido, más astuto, menos ingenuo.


viernes, 6 de abril de 2012

La lluvia, la amistad y la Semana Santa


Llueve sobre mojado, desde hace tres días. La Semana Santa empezó gris, con vientos de batallas provocadas. Ha avanzado lenta, sin palabras, porque últimamente me faltan, y las que salen, sólo despiertan truenos y temporales.

Mañana no hay prensa en España. Afortunadamente para quienes tenemos que pasarnos los días de fiesta pegados a un ordenador y haciendo llamadas en las que sólo saltan los buzones de voz.

Hoy le he traído a mi gata Chila una compañera de juegos temporal llamada Tamy. Se han bufado en un primer contacto y no se han vuelto a dirigir las miradas. La gata visitante lleva seis horas escondida detrás del sofá, muerta de miedo. No se pueden imponer a los amigos. Sólo en climas de libertad se crean vínculos de confianza y complicidad. Primero hay que olerse, después viene la conexión, o no. La amistad y sus "complicaciones", pero también la amistad que hace más fácil la vida.

A finales de mes me escaparé unos días a Madrid. Me apetece encontrarme con amigos, ir al teatro, buscar libros que a Ceuta no llegan, pasear sin que nadie te conozca, desconectar un poco. Madrid es estupenda cuando sabes que sólo son unos días. Para vivir la detesto.


jueves, 8 de marzo de 2012

Tres mujeres trabajadoras despedidas


Ninguna de las tres tenían nada en común, excepto que trabajaban en periódicos. No se parecían en nada hasta que la crisis y los dueños de sus empresas les dieron la carta de despido. Las tres compartieron la misma sensación. Tienen más de cincuenta años, se habían dedicado a trabajar desde que eran niñas y se habían convertido en las representantes de esa primera generación de mujeres que ya no se tragaban el cuento de princesas y príncipes y habían sacado sus vidas adelante por sí mismas. Eran las mujeres de referencia, las que durante treinta años habían dicho con orgullo que ellas eran mujeres trabajadoras. Largas trayectorias profesionales a sus espaldas. Las mismos largos años que ahora sus empresarios utilizaban de cuartada para ponerlas en la calle con irrisorias indemnizaciones. Ya no les salían las cuentas. La crisis, además de real, era la excusa perfecta. 

La primera de ellas llegó al periodismo como secretaria. Se hizo imprescindible a medida que iba aprendiendo de un oficio que ni siquiera le había llamado la atención. Pero adoraba hacer entrevistas tanto como meter cizaña entre los que entonces no eramos más que becarios de verano. 
La segunda presumía de cómo había sacado adelante a su hijo mientras contaba batallitas de los años de la tele. Nadie sabía más que ella de entresijos y esperanzas. 
La tercera no pudo frenar las lágrimas cuando abandonaba la redacción a la que había estado acudiendo durante los últimos 17 años, el último de una serie de periódicos. Partía el alma. 

Tres mujeres que no tienen nada en común más que un pasado vinculado a la prensa. Más que una lucha por hacerse un hueco en un mundo que por aquellas aún era un mundo de hombres. Más que un despido pasado el medio siglo de vida. Más que la misma entereza con la que afrontaron dar carpetazo -por la fuerza- a carreras que aún no habían terminado. A las tres les gustaba dar 'consejos' a las nuevas generaciones.
Las tres han dejado a la fuerza de ser mujeres trabajadoras, aunque a sus años ya saben de qué va la película: son conscientes de que trabajar, aún fuera de las empresas a las que han dedicado media vida, van a tener que trabajar. Lo aprendieron desde niñas. Crecieron entendiendo muy bien que significa ser una mujer trabajadora.

miércoles, 7 de marzo de 2012

8 de marzo, por las mujeres que admiro y por la mujer que soy


Pocas veces he admirado a un hombre. Al menos contemporáneo. Mis referentes, por motivos obvios, siempre son mujeres. A ellos puedo amarlos, pero admirarlos me resulta difícil. Tiendo a verlos blandos, consentidos, egoístas, débiles. Soy consciente de que la educación recibida tiene un gran peso en mi visión de los hombres. Ellas, sin embargo, es más fácil que me inspiren admiración. Alguien dijo que soñar con la persona que te gustaría ser es despertar la persona que eres. Creo que es cierto y que por ello siempre he tendido a la observación primero y a la, si procede, admiración después. Mujeres que a lo largo de mi vida me han servido de ejemplo. Creo que las referencias son esenciales para un óptimo crecimiento.

Cumplo a la perfección aquello de ser la hija que terminó convertida en el reflejo de su madre. Como para casi todas las niñas, ella, junto a mi abuela, fue mi primer referente y sigue siéndolo hoy. Pero somos tan idénticas que en ella veo reflejada mi parte buena pero también mi parte mala. Como seres independientes, también muchas otras cosas nos diferencian. Por ello, y en esa búsqueda, desde niña he perseguido -casi con obsesión- esos escaparates en los que vislumbrar caminos a seguir, manos amigas que me guiaran. No será difícil, para quienes me han acompañado en mi crecimiento, ponerle nombre a esas mujeres, profesoras en la mayoría de los casos, por la sencilla razón de que al margen de la familia, es el entorno más cercano hasta que nos incorporamos al mundo laboral. Pensé, sin embargo, que al dejar la etapa educativa, la necesidad de buscar referentes decrecería. Me he dado cuenta, sin embargo, que tener ejemplos profesionales es igual de importante. Con la edad, eso sí, soy más selectiva en mis admiraciones. 

Creo que ser mujer es un privilegio. No significa eso que considere que somos superiores a los hombres. Tampoco soy una feminista, creo que es un término caduco si lo vemos desde el punto de vista histórico. Las mujeres podemos guiar el mundo -¿o alguien duda del poder de Ángela Merkel?-, pero es cierto que el camino batallado para llegar hasta donde ahora estamos ha sido mucho más complicado que el que han tenido los hombres. Celebrar el 8 de marzo significa recordar a todas aquellas mujeres que con sus pequeños pasos en el pasado cambiaron nuestro presente. Pero también creo en la necesidad del reivindicar el ‘Día de la Mujer’ porque estoy convencida de que aún queda mucho camino por andar hacia el respeto y la igualdad de oportunidades plena. Hace unos días leía que una gran parte de las mujeres periodistas abandonan su profesión al llegar a los cuarenta por temor a no poder conciliar su profesión con su vida personal. Una realidad que no sucede con los hombres. Mañana celebramos el 8 de marzo y quiero agradecer a esas mujeres, empezando por mi madre, y terminando por aquellas que tengo cerca y que saben que las admiro, que me sirven de referente; mujeres que, con sus actos, se convierten en ejemplos a seguir

martes, 14 de febrero de 2012

Lo que vale el amor (2)


A nadie le extrañará -a estas alturas- que San Valentín sea italiano. 


Terni es un pueblo muy feo, pero con una Basílica a la que cada 14 de febrero peregrinan los italianos y los turistas. Unos para encontrar el amor y otros para atar en corto al que tienen a su vera. A nosotras nos pillaba al lado de casa, así que como buenas Erasmus nos plantamos en el pueblo. Aquel día, en la Basílica de San Valentino no entraba un enamorado más. 

En Interamna (hoy Terni) había un obispo llamado Valentino que se convirtió en "el santo dell'amore" tras celebrar una boda religiosa entre el legionario romano Sabino y la joven cristiana Serapia. El emperador Aurelio consideró que había sustituido con un sacramento religioso cristiano, el antiguo rito pagano, y lo ordenó matar. Valentino fue capturado, torturado, y, finalmente, asesinado el 14 de febrero del año 273 d.C. Así terminó convertido en el patrón de Terni y en el protector de los enamorados. Esta es una de las versiones, hay varias

Requisito imprescindible para quien peregrina a la Basílica, es lanzar dinero en una especie de sala subterránea, tras la tumba del santo. A juzgar por los billetes, se puede hacer un cálculo de lo que a más de alguno le costó aquella mañana el amor...

(La foto la hicimos aquel día. También escribí algo en aquellas, aquel 'Lo que vale el amor' ha sido una de las entradas más visitadas, pero también a la que más 'spam' le ha llegado. No sé si esa especie de publicidad engañosa querrá decir algo...)

De momento, me quedo con la frase de Casanova:

‎"No culpéis a quien busca el amor allá donde puede. A veces vive en el murmullo de la carne, no en el volcán del corazón; y vale para una noche, no para una vida. ¿Pero acaso no es amor?" 

domingo, 12 de febrero de 2012

Eso del periodismo frente a esto de la agenda



Esto del periodismo tiene días en los que te emocionas con lo que estás escribiendo, escuchas con ansiedad, te involucras –sin perder de vista que eres el ‘voyeur’ y no la parte implicada-, aprendes, disfrutas... Plasmarlo luego sobre la página es como ir clarificando, demostrar qué has asimilado y que eso eres capaz de compartirlo con el lector.
A mí suele pasarme con temas del área sanitaria. Me encanta escribir sobre sanidad. Al principio me pasaba más con los reportajes. A medida que pasaron los meses, sin embargo, me pasó a gustar más la, digamos, noticia. El caso es que, más allá del género, tiene que ver con otros factores como el tener tiempo para "investigar". Son informaciones en las que ni el agotamiento, ni las horas invertidas, ni los disgustos vencen y entonces es como si tanto durante el periodo de recopilación de información como después con la posterior escritura estuvieses "poseído", en estado de excitación, rumiando y saboreando cada dato, cada palabra que escribes.

Esos son los días profesionalmente felices. Ha habido muchos de esos en Ceuta.

La falta de tiempo y de espacio, la presión, la sensación de estar llenando –vomitando– páginas y cubriendo agenda, lo impuesto… es lo contrario a esos días felices.

El problema es que la precariedad –ahora que estamos en tiempo de convulsas reformas laborales– te deja al descubierto. Cuando el periodismo que escuchas defender en las aceleradas sobremesas tiene poco que ver con el que te encuentras después del café en la sociedad, y eso además es por motivos ajenos a los redactores, te planteas si realmente merece la pena entregarlo todo por algo que, quizás, no exista. Entonces entra el miedo a la inutilidad de los esfuerzos y de las palabras, al tiempo. Pero no sabes explicarlo, o no te atreves. No, no es fácil encontrar palabras para defender ideas encontronadas, utopías.

Cuando llegué a Ceuta me dijeron que mirase bien a mi alrededor porque todo aquello que estaba viendo por primera vez pronto me sería demasiado familiar como para sorprenderme.

Hago miles de balanzas, le doy vueltas, pero los resultados siempre son confusos. Al final el miedo no viene de la mano de la crisis; el futuro incierto sólo me preocupa relativamente; el temor es más a la pérdida emocional, a la traición. Eso es el que me paraliza y me distrae, lo que no sé explicar, el miedo a la añoranza y a los sueños.

sábado, 21 de enero de 2012

Pensábamos...

Pensábamos que la vida era otra cosa... Puede. Vencer, perder, avanzar, renunciar, dejarnos guiar e influenciar, seleccionar, adaptarse, luchar, apostar, sobrevivir, soñar. ¿Pensábamos que la vida era otra cosa y no lo era o sí existe la vida que pensábamos?

No se puede correr tras el viento... 



martes, 17 de enero de 2012

Volver

Heidelberg, antes de volver a Ceuta
Volver a Ceuta, con repeticiones, con anhelos, con dudas, con cariño. Con la incertidumbre de los pasos no dados, con la sombra de las cartas de una misteriosa jugada. Sabiendo, sin embargo, que la suerte siempre juega de mi lado, a pesar de los miedos infundados, de querer sin querer, y de no querer, aún queriendo mucho. El gris de los días soleados. Los atardeceres que no veo. La contradicción constante del paso del tiempo retenido. Avanzar hacia demasiados rumbos. "No sé si estás detrás", dice una canción. Volver, con fuerzas, pero sin saber en qué dirección enfocarlas, sin tener aún seguro lo más claro. Los afectos más fuertes pueden llevárselos el mar, o la carretera.