domingo, 27 de noviembre de 2011

Las ilusiones perdidas, por Concha Caballero


Las ilusiones perdidas es un artículo publicado por Concha Caballero en El País el 2 de octubre de 2010. Un año más tarde, ha dado la vuelta a las conciencias, tras situarse en el número uno de las informaciones más vistas. En respuesta, ella ha publicado en su blog, Ideas, algunas de las respuestas que ha recibido de personas que se han sentido identificadas.

'Las ilusiones perdidas'

No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet. Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros. Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses".

Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.

No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.

Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.

No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.

En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.

No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.

No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.

Conversaciones sobre el futuro

Geraldine Chaplin y Luz Casal conversan sobre el futuro


martes, 22 de noviembre de 2011

No es lo mismo, no

No es cuestión de elecciones, es más bien cosa de ética. Uno puede declararse ambiguo por definición, pasota por costumbre y hacer(se) creer de los de 'a mí la política no me interesa' cuando la misma frase es ya una mentira. Pero sólo podrá mantenerse al margen durante un tiempo. Al final vivir es elegir y elegir es mojarse. Y ser de derechas y haber votado al PP o ser de izquierdas y no haber votado al PP, no es lo mismo. Derecha e izquierda, por mucho que digan, no es lo mismo. No es cuestión de votar sino de actuar, y de hacerlo en consecuencia a unos principios. Principios precisamente políticos por muy anárquicos que puedan ser. Por eso ser de izquierdas es también que el alma te duela hoy más que ayer pero, desgraciadamente, menos que mañana.

lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Qué queda cuando el pueblo se vende al diablo?

Cómo dormir cuando sabes que al cerrar los ojos vendrán las pesadillas y que al abrirlos, las pesadillas se convertirán en realidad. Cómo apostar por un pueblo que, agarrándose a las últimas esperanzas, se suicida regalándole, a través del voto, su alma al diablo. Un mapa que se tiñe de azul, pero que ni siquiera es del azul melancólico que recitaba Ruben Darío. Es de un azul sin poesía. Es un azul oscuro,  cínico, humillante, amenazante, deprimente y depresivo, que te araña, que te martiriza, que atentará contra la moral, contra los principios, contra la igualdad, contra los derechos humanos. Abocados al desarme emocional, al desastre. Azul se vuelve España, al igual que, en un adelanto del drama, se volvieron hace unos meses la mayoría de las autonomías. Es un azul que sabe a negro. 

Pero España no ha muerto... Sólo que ahora toca trabajar duro por despertarla del coma profundo en el que acabamos de entrar y en el que todo irá a peor. ¡Fuerza!

Cubrir estas elecciones ha sido un trabajo interesante, he aprendido a reconocer. Y me ha dado ánimo  y energía para seguir mirando hacia el futuro. Despertaron conversaciones, algunas a la luz de la luna, otras a través de mensajes, con los que están lejos y con los que están cerca.. Palabras y hechos que te demuestran quiénes están ahí y quiénes merecen la pena. Porque detrás de unos resultados devastadores para la libertad, quedan las almas que sé que algunos tienen.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Votar


Entre los descontentos y los confusos, entre los que se agarran a lo nuevo como única alternativa por muy suicida que sea y los que creen que la política no les interesa. Y para colmo, los vagos que ignorando el trabajo que costó conseguir el derecho al voto, se quedarán en casa dándolo todo por perdido o todo por ganado. Votar no es sólo un derecho, debería ser un deber, real y moral. Yo sí voto, lo tengo claro. 

lunes, 14 de noviembre de 2011

Asesinos a sueldo en mitad del caos


El caos dejó de ser ese desorden de jugadas amistosas para convertirse en un asesino a sueldo. Allá, Berlusconi dimite, pero no lo hace por la fuerza de un pueblo que grita al unísono, sino por la venganza del poder y la mano hambrienta de la economía. Acá, la política se convierte en entrecomillados constantes y almas que sólo se dejan ver cuando les ilumina el mar.

Nada importa, porque lo que queda son los vasos rotos que ya no tienen arreglo tras la discusión, el día a día contaminado. Las lágrimas derrochadas en las sábanas sólo auguran el dolor de cabeza posterior a la llantina. Se hace insoportable el transcurrir diario de un mundo que se devora a sí mismo, una ciudad que se atraganta con sus propios escupitajos.
El sonido y el ruido de cada pesadilla. ¿Y si lo que pensabas que merecía la pena era sólo un cuento chino para no caer al precipicio? Cuando dejamos de creer en lo que hacemos, se rompe la red que nos separa del vacío. El compromiso lo cambiamos por la velocidad, la pasión por una batalla inútil en la que nos supimos perdedores el día que dejamos de empuñar las armas bajo la presión de las amenazas. A la sinceridad se la engulló el orgullo, los nervios, la precariedad, el miedo, la saturación, la rabia contenida, la decepción, la tristeza. Las risas robadas al tiempo, las preguntas sin respuesta, la injusticia. Se achicaron las almas porque se las fue comiendo el miedo. Hacer frente a las constantes decisiones. Que los enfados te impidan hablar, que la desconfianza pese más que los abrazos, que el silencio pueda más que la autenticidad, que el caos te impida entender el mundo. No el de allá, sino más bien el de acá.