lunes, 25 de abril de 2011

Dormir poco

"Dormiría poco, soñaría más, 
entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, 
perdemos sesenta segundos de luz..."

Gabriel García Márquez


El tiempo pasa, a ese ritmo donde las mañanas y las noches se besan sin darme cuenta. 
A punto de pasar la barrera de los cuatro meses; yo, que venía para tres... 
Es cierto que adaptarse a Ceuta resulta un poquito más difícil que hacerlo a cualquier otra ciudad, pero hacía muchas ciudades (mucho tiempo) que no me encontraba tan cómoda en un lugar. 

Hay días que no, hay ratos en que el cielo lluvioso se me viene encima y añoro los abrazos y la complicidad. Pero en esta mezcla constante de emociones dispersas que se juntan y que no siempre encajan, ganan las emociones, las buenas emociones. 

Ya no me vale la excusa de estar en periodo de adaptación. Empiezo a hacer de esta casa, mi casa; de este trabajo, mi trabajo. Y le sumo la dosis necesaria de pasión, la esencial para contrarrestar los mismos  miedos de siempre. 

Me sé ya el nombre de muchas calles de esta ciudad, aunque aún apenas he aprendido nada de la mayor parte de sus rincones. Soy capaz de salir un día del diario a las diez, pero predominan los de acabar a las doce. Me he dado cuenta ya, con mirar a sus ojos, de en quiénes puedo confiar, y en quiénes no. 

Tengo más fuentes pero me sigue provocando una ansiedad horrible la reunión de contenido. 
En los días en que olvido por qué amo el periodismo, por qué soy periodista, sé quiénes tienen "palabras mágicas" que me lo recuerden. A pesar de todos los puntos negros, de las pesadillas, de las añoranzas y de los secretos que aún no es tiempo de revelar, Ceuta me atrapa. 

Durmiendo poco, para soñar mucho.
Aprendiendo con cada uno de los sesenta segundos de luz de los que, cada minuto, disfruto.

Como Chila, cariñosa, aunque ahora, mientras escribo, sea todo mordiscos y arañazos. Ser arisca es sólo una apariencia. De la gata hablo.

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