martes, 18 de enero de 2011

Mi primera vez, su segunda

Lunes. 1.19 horas (Ya martes)

No puedo dormir. Supongo que él tampoco. 
Tiene 24 años, dos menos que yo. Pero nació al otro lado. 

Eran las diez de la noche y un telefonazo en el periódico nos hizo salir corriendo hacia el Puerto Deportivo al fotógrafo y a mí. Solo me había ocurrido una vez, hacía unos días, pero cuando en esa ocasión llegamos ya no había nadie.
Pero esta vez sí. Salvamento marítimo recogió al chaval y él, que había intentando cruzar la frontera del Tarajal a nado con traje de neopreno, bajó de la embarcación por su propio pie. 

No dejaba de mirarnos. De mirar al objetivo de la cámara que se le acercaba cada vez más. De mirar a la Guardia Civil. De mirarme a mí, a los ojos, y con una serenidad pasmosa.

Era mi primer encuentro con la inmigración. Era su segundo intento de entrar en España. 
Y allí estábamos nosotros, preparados para capturar el momento en el que su sueño se le deshace en las manos. 

lunes, 17 de enero de 2011

Como cae un árbol...

«Me detuve... con el corazón oprimido.
Pero seguía sin comprender.
"Ahora vete", dijo.»


(Si quieres escucharlo completo, pulsa aquí.)

«Será para ti como si rieran todas las estrellas.»

«Y cuando te hayas consolado -siempre se encuentra consuelo- estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo.»

Como las obsesiones, como la vida, como la duda y la certeza.
RUMIAR como entonces. Como siempre.
Por lo que fue y por lo que no fue. No por lo que dejó de ser.
Y saber que HOY no es un día más. Ojalá pudiera. 
Utilizar sueños explícitos, como éste. 
No habrá señal, lo sé. Hacer como la que no siente nada. Y, sin embargo, sentirlo todo. 
No habrá nada más, nada más allá de lo que hay aquí, que, sabes, es todo: 

«Serás siempre mi amigo» Sí, eso fue lo que dijo el Principito.

jueves, 13 de enero de 2011

Con las botas puestas



Ya nos lo avisó Ander Izaguirre: "El periodismo se hace con botas". Y a mí, partamos de ahí, eso me encanta. Con botas para pisar charcos, para gastar suelas subiendo y bajando las cuestas y para meterse en los sitios con barro, con mucho barro. 

Hace unos días, en el blog que Olga Rodríguez tiene en Periodismo Humano, "El minotauro anda suelto", leía unas críticas al periodismo que me resultaban, desgraciadamente, muy conocidas:

"Pero en España parece que se ha optado por otro modelo de periodismo. Consiste en fichar a la entrada y la salida de las empresas y permanecer en ellas, en las redacciones – más que redacciones habría que llamarlas oficinas- nueve o diez horas seguidas con la mirada fija en el ordenador, viendo cómo caen, uno tras otro, los teletipos".

Pero al mismo tiempo, he tenido la suerte siempre de toparme con periodistas excelentes en todos los sitios por los que he pasado. He trabajado junto a retahilas de redactores decepcionados echando pestes de un oficio que se olvidaron, a fuerza de mal usarlo, de cómo ejercerlo; pero también me he encontrado con periodistas que me dejaban boquiabierta admirándolos y que sabían (y saben) sacar los pies del trasto.

Cuando hace casi tres semanas llegué a Ceuta supe, desde el primer día, que había llegado a un buen lugar. Porque aquí, nada más llegar, te plantan las botas

Voy con los ojos muy abiertos, pero aún peco mucho (y lo que me queda) de inexperta y novata. Como el protagonista de El americano impasible, yo también creo ver "conspiraciones por todas partes". 
Aunque, en mi caso, se quedan en humo de cigarrillo electrónico, sin ni siquiera nicotina. 
Presiento las noticias, pero la mayoría se me escapan. Y me quedo mirando. Y veo, y oigo: a la hija de mi vecina que le pega unos desorbitados gritos a su madre; a un militar español que le susurra algo en el oído a la mujer marroquí que le acompaña; a una madre que empuja un carrito, con bebe dentro, que parece pesarle demasiado; a un grupo de "fuerzas oficiales" armadísimos haciendo ejercicios que parecería que están a punto de atacar la frontera; a un grupo de adolescentes que hablan sobre cómo salir de Ceuta; a un policía que me saluda, pero que no conozco; un montón de tiendas que se llaman 'La Meca', o la llamada al rezo que se escucha a la entrada del barrio de Hadu.

Veo mucho pero alcanzo muy poco. Se me esfuma. 

Pero, como dicen los italianos, piano piano. De momento sigo en ese estado primerizo de emoción en el cuerpo y euforia en la mente. Y sé, porque me conozco, que es mi mejor estado y que tengo que disfrutarlo al máximo para saber recuperarlo cuando lleguen los momentos de melancolía y desapego. 

También he tenido tiempo ya de descubrir quiénes son los periodistas que me dejan boquiabierta en mi nueva redacción.
Y las botas las tengo puestas.

domingo, 9 de enero de 2011

El americano impasible


Limpiarse la sangre salpicada en los bajos de un pantalón en mitad de un bombardeo. Esa es la impasibilidad.
En el amor y en la guerra, todo vale. En el periodismo no.
Los muertos convertidos en la cifra que le da color a un titular.
Las artimañas para sobrevivir.

Esta tarde he visto, por primera vez, una de esas películas que aparecen en mi lista de cine sobre periodistas que algún día completaré de ver: El americano impasible, evocada a medias entre una emocionante charla con un fotógrafo dentro de una furgoneta y el retoque final de una jefa a su editorial.

El periodismo por encima de la vida. La ética (y las buenas prácticas) por encima del periodismo. Vender(se) o no.

Todo resumido en la frase de uno de los dos protagonistas: “Tarde o temprano tenemos que tomar partido si queremos seguir siendo humanos".

viernes, 7 de enero de 2011

Tienes madera de artista

Este es uno de esos reportajes que a una, aunque sea por las propias vivencias personales, le hace mucha ilusión escribir. Al igual que me emociona poder publicar por fin en FronteraD.




No estoy viendo su cara. La conversación transcurre por teléfono. Pero sé que sus ojos están chispeando como cuando uno está a punto de echarse a llorar, pero de felicidad, que es el mejor llanto. Sé también que su voz, que parece tan frágil, es capaz de abarcar todo un patio de butacas. Sé que está sonriendo. Sé todo eso porque lo he visto en otros, porque es lo que distingue a los buenos actores de los mediocres y, por supuesto, de los malos. La pasión y la entrega con las que afrontan un personaje. Las que afloran de sus ganas de aprender.
       Jorge Plaza estudia tercero de interpretación en el Estudio Corazza, una de las escuelas de formación de actores más prestigiosas de España y cantera de actores tan internacionales como Javier Bardem. Si le pregunto por la escuela, contesta: “Ha cambiado mi vida de arriba abajo. Estoy como del revés”.
       “Espera... Aún no. Vuelve a entrar. ¿Qué te pasa cuando miras? No, no hables... Contente.  ¿De dónde vienes? ¿Cuáles son tus circunstancias? No, no te tenses. Fuera bloqueos. Relaja. Equivócate. Vuelve a empezar...” Estas expresiones son habituales en las clases de interpretación. Son recuerdos compartidos. Latiguillos que se repiten en la cabeza de los que pasaron por aquellas aulas. De antiguas promesas que hoy son figuras reconocidas en el mundo del espectáculo. De jóvenes utópicos que todavía siguen levantando el mundo con sus alas. Actuar es como una fuente de vida, en la que el agua que corre alimenta sus ilusiones. La seguridad de saber que han nacido para ello en constante enfrentamiento con el miedo a dejar su futuro en manos de la suerte. Más que nervios, inquietud. La fuerza que arrastran las profesiones que, más que un trabajo, se convierten en una forma de vida. Pero nada es comparable al temblor que experimentan encima del escenario. Con los ojos muy abiertos. Perdidos en el caos, en el intento de canalizar sus energías.
       Cristina Rota, directora de la escuela que lleva su nombre, sabe mucho de esta pasión: “Estaba tan convencida de haber nacido para esto —dice al recordar su primera prueba, con 14 años, para Electra—. Me cogieron por impune, por puro arrojo”. Rota asegura que para convertirse en actor o actriz, lo primero es tener vivo un sentimiento de “esto es lo mío”, y que eso “genera compromiso”. Pero añade que para desarrollarlo es esencial el contacto con el público. Por eso en su escuela actúan desde primero gracias a su espacio de muestras, la Sala Mirador. “No actuar anula tu criterio de realidad”, explica Rota y añade: “Se supervisa el trabajo del alumno, pero también se le da mucha libertad”. La salud de una escuela depende de no generar dependencia, se les debe preparar para un sistema “cada vez más perverso y competitivo”.
       Un sistema que nace de un deseo. Un deseo que se materializa en un impulso. Un impulso que te lleva a una necesidad, la de la formación. La mayoría siente la pasión de actuar desde muy niño. A otros, la vocación les llega tardía pero con la misma fuerza arrasadora. Una vez decididos a convertirse, cueste lo que cueste, en actores y actrices toca dar el segundo paso: ingresar en una escuela...

Lee el reportaje completo en FronteraD

jueves, 6 de enero de 2011

Un largo día de Reyes

Un día largo, sin tiempo de nada, y con tiempo de todo:
Mañana de reyes (Los periodistas vivimos, a veces, un día por delante). Reportajes clásicos, adecuados a la fecha. Literatura.
Café reivindicativo.
Reunión de reparto de temas. Llamadas. Sindicatos.
Riña de gatas, pelea callejera.
(Un accidentado bocadillo de tortilla)
Cabalgata de Reyes: carteros, caballos, Sus Majestades, caramelos (en todas las carrozas, claro que solo había seis). Mis cabalgatas nocturnas siempre en buena compañía convertidas en un desfile con mucha seguridad -policías (nacional), y más policías (local), y más (de intervención urgente)- y muchos niños marroquíes a la caza del caramelo, hasta por debajo de las carrozas.

Asilo. Hospital
Historia de un fotógrafo, del FOTÓGRAFO. 
El Dios que aparece en una editorial.
Redacción. Prisas.
Noche.

Una de cal y otra de arena: La felicitación de un policía por un artículo, la reprimenda de una política por un artículo.

Y llegar a casa pensando: "Voy a hacer cualquier cosa menos encender el ordenador".

Pero qué vamos a hacerle. Es noche de Reyes y no puedo dormir. Quizás sea porque aunque ya no espero nada, no puedo dejar de mirar por la ventana a ver si esta noche los veo llegar a los tres desde el lejano Oriente.