lunes, 26 de diciembre de 2011

Un año en Ceuta


Una 'polvorona' que a causa de las constantes suspensiones por la lluvia se repetía como tema cada día en las reuniones; una reuniones que realizábamos en la planta de arriba porque la sala era más grande y la plantilla también. La inquietud y el apoyo... y hasta hoy. Han cambiado las causas de la ansiedad, pero ella ha permanecido imperturbable desde el primer día que llegué a Ceuta. Primero me estresaba encontrar temas, después que no se me escaparan, dar a basto, que sean lo suficientemente interesantes -las atemorizantes aperturas-, cubrirlos con coherencia y con responsabilidad. Sí, esa capacidad para aceptar las consecuencias de nuestros hechos... 

Ceuta suponía mi primer trabajo y asumir mis actos era la principal diferencia entre haber sido la eterna becaria y ser ahora redactora, más aún en un ámbito local en el que ves de primera mano los resultados. Nunca pensé que permanecería un año entero en Ceuta. Pero el 26 de diciembre del año pasado crucé el Estrecho junto a mi primo que me ayudaba a llevar las maletas., y en la mañana del 27 pisé El Pueblo de Ceuta por primera vez con la temeridad y las ganas con las que se afrontan los retos

Han cambiando muchas cosas en doce meses. Ha aumentado la precariedad, el estrangulamiento de una redacción que hace verdaderos esfuerzos por sacar adelante un trabajo digno. Una redacción que, sin embargo, tiene una ventaja que logra sostenerla de pie a pesar de toda la marea, y es su plantilla.

Sé que si levanto la vista de este ordenador me encuentro con miradas compañeras, con ojos cómplices, con amigos. Entre todo lo que que he encontrado en Ceuta, destaco esos vínculos personales. Comidas en el Caballas, cafés, piscina, viajes, charlas de sofá, reflexiones de despacho, secretos, encuentros. De hecho, ahora que ya una va pensando en emprender el vuelo, lo que asusta no es el devenir laboral, sino la pérdida, la añoranza con forma de melancólica. Sé que pasados los arrebatos, queda lo puro. Y no quiero decepcionarme. Cuando marchas hay gente que dejas atrás para siempre y otras que te acompañan, a pesar de la distancia, compartiendo contigo eternamente un trozito de alma.

Pero hay más, por supuesto. Ceuta te da la posibilidad de vivir de primera mano un periodismo muy potente. Te da la posibilidad de experimentarlo. Después, de dar de ello una cobertura exhaustiva, depende. El tiempo y la dedicación tienen sus límites, como las horas del día. Ese reloj constante, esa lentitud mía, pesadilla de cabecera de este año que concluye. 

Retos personales, también. A pesar de ser consciente de ello en cada arrebato, no he logrado controlar mi vanidad, mi ego, esos celos violentos que me atrapan cuando quiero llevar un tema que se lo asignan a otro. A veces esas rencillas laborales se combinan con golpes emocionales, un ego personal, o el mismo celo -personal, no laboral- que siempre me han echado en cara mis amigos. Conflictos internos que desembocan en dolor de estómago y llantinas en lugar de en conversaciones. Poca resistencia a la frustración... Me sigue pasando un año después. Tendré que esforzarme más...

En Ceuta he aprendido que un coronel es más que un teniente pero menos que un teniente general, que el mar es la puerta al nuevo mundo, que la 'jarera' rompe el ayuno porque está llena de proteínas, que los bomberos sacan dos camiones aunque sólo sea una sartén echando humo y que el que lleva el casco amarillo es el que manda, que las noticias se escriben mejor después de compartir una 'ergaieb' con nutella. Pequeños detalles, sólo eso. Hay otros más importantes, como que en Ceuta se entiende que venderse puede ser muy fácil y que, precisamente por ello, la ética debe estar por encima de todo. La coherencia y la rigurosidad son irrenunciables si quieres ser digno de esta profesión. Un año, por tanto, para comprender y asimilar aquella frase que tanto me llamó la atención hace un año: "Ser digno en Periodismo comporta cierta desolación, soledad, alguna amargura, pudor y cierta sensación de desamparo”.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Feliz Navidad


La Nochebuena me sabe a piña, queso y guinda. El sonido, un 'Señor San José, señor San José' cantando entre risas por Cristina. Me gustan los anuncios de vuelta a casa por Navidad, la decoración navideña, las promesas de año nuevo aunque no se cumplan, los balances hechos a medias con Alejandro, tomarme las uvas con mi madre y aupar junto a mis amigos a los Reyes Magos en la cabalgata para que nos traigan lo que no nos trajeron el año anterior. Parece que algunos odian y otros aman la Navidad. Tampoco creo que sea eso. Pero soy de los que las navidades me parecen un tiempo de guiños, de ilusiones que no están de más por ser repetidas. 

Esta Nochebuena se presenta diferente. La pasaré en Tetuán compartida con algunas de las personas que quiero. Me hace mucha ilusión. Esa ilusión de las complicidades, de los deseos, de los abrazos fuera de imposiciones. Hace cuatro años pasé las Navidades más tristes, pero aprendí qué significaba ser paciente y aprendí también que no vale la pena empeñarnos en 'profanar' estos días simplemente porque la gente quiera estar feliz. Se pueden criticar los galanteos, el consumismo, las apariencias extremas, el ruido... Se puede, o no. Pero también se puede disfrutar, aprovechar cualquier excusa para achuchar a los amigos, para refelxionar sobre lo que podemos hacer más allá, para no olvidar. Excusas quizás también para explicar que, critique quien critique, a mí las navidades sí me gustan. Así que dulce Nochebuena y Feliz Navidad a todos.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Amistad a lo largo

"Abrázame fuerte que no pueda respirar"

Compartir, compartirse. A veces les mentimos pensando que así lograremos mentirnos a nosotros mismos. Pero no funciona, los amigos te reconocen más allá de las palabras. La voz puede mentir, pero los ojos no. Por eso a veces, con miedo a enfrentarnos a la realidad, desviamos la mirada. Pero las verdades relucen y los amigos te enseñan a reconocerlas y a sobrellevarlas. Por eso no hace falta pedir ayuda, consejos, un empujón o un abrazo. Los amigos saben cuándo tienen que darlos y los dan. Nosotros, sin embargo, inmersos en nuestro egoísmo, a menudo dotamos de sentido aquella frase de 'Quiéreme cuando menos lo merezca, será cuando más lo necesite', y hacemos sufrir a quienes más nos quieren, estampamos contra nuestros amigos miedos y frustraciones, recelos no justificados, llantos y reproches que, avalados por la confianza, soltamos sin prever que nos arrepentiremos profundamente de haber sido tan narcisistas. Los detalles, en la calma, nos devuelven a la cotidianidad. Desveladas las mentiras, queda la complicidad. Las risas, las nubes, los trayectos compartidos, los secretos y las confidencias -a voces o susurradas-, la comunicación, el alma. El silencio que no incomoda, la caricia, el refugio.
Luego el tiempo pasa. Hay amigos que son estrellas fugaces. Te regalan un deseo, te marcan por una vida y luego desaparecen, aunque ya permanezcan en ti para siempre. Otros -pocos pero inmortales- llegaron y desde el primer abrazo presientes que te acompañarán por el resto de tu vida, que desde cerca o desde lejos, caminan a tu lado. La amistad, a lo largo de la vida, a lo largo de cada segundo de la vida.

(Tarde de manta y peli)


Amistad a lo largo
(Jaime Gil de Biedma)

Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.
        Mirad:
somos nosotros.
Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban las noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
--esas que ya no dicen cosas--,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.
Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo todos trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos a los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que no sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.
Ay el tiempo! Ya todo se comprende.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Las ilusiones perdidas, por Concha Caballero


Las ilusiones perdidas es un artículo publicado por Concha Caballero en El País el 2 de octubre de 2010. Un año más tarde, ha dado la vuelta a las conciencias, tras situarse en el número uno de las informaciones más vistas. En respuesta, ella ha publicado en su blog, Ideas, algunas de las respuestas que ha recibido de personas que se han sentido identificadas.

'Las ilusiones perdidas'

No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet. Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros. Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses".

Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.

No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.

Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.

No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.

En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.

No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.

No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.

Conversaciones sobre el futuro

Geraldine Chaplin y Luz Casal conversan sobre el futuro


martes, 22 de noviembre de 2011

No es lo mismo, no

No es cuestión de elecciones, es más bien cosa de ética. Uno puede declararse ambiguo por definición, pasota por costumbre y hacer(se) creer de los de 'a mí la política no me interesa' cuando la misma frase es ya una mentira. Pero sólo podrá mantenerse al margen durante un tiempo. Al final vivir es elegir y elegir es mojarse. Y ser de derechas y haber votado al PP o ser de izquierdas y no haber votado al PP, no es lo mismo. Derecha e izquierda, por mucho que digan, no es lo mismo. No es cuestión de votar sino de actuar, y de hacerlo en consecuencia a unos principios. Principios precisamente políticos por muy anárquicos que puedan ser. Por eso ser de izquierdas es también que el alma te duela hoy más que ayer pero, desgraciadamente, menos que mañana.

lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Qué queda cuando el pueblo se vende al diablo?

Cómo dormir cuando sabes que al cerrar los ojos vendrán las pesadillas y que al abrirlos, las pesadillas se convertirán en realidad. Cómo apostar por un pueblo que, agarrándose a las últimas esperanzas, se suicida regalándole, a través del voto, su alma al diablo. Un mapa que se tiñe de azul, pero que ni siquiera es del azul melancólico que recitaba Ruben Darío. Es de un azul sin poesía. Es un azul oscuro,  cínico, humillante, amenazante, deprimente y depresivo, que te araña, que te martiriza, que atentará contra la moral, contra los principios, contra la igualdad, contra los derechos humanos. Abocados al desarme emocional, al desastre. Azul se vuelve España, al igual que, en un adelanto del drama, se volvieron hace unos meses la mayoría de las autonomías. Es un azul que sabe a negro. 

Pero España no ha muerto... Sólo que ahora toca trabajar duro por despertarla del coma profundo en el que acabamos de entrar y en el que todo irá a peor. ¡Fuerza!

Cubrir estas elecciones ha sido un trabajo interesante, he aprendido a reconocer. Y me ha dado ánimo  y energía para seguir mirando hacia el futuro. Despertaron conversaciones, algunas a la luz de la luna, otras a través de mensajes, con los que están lejos y con los que están cerca.. Palabras y hechos que te demuestran quiénes están ahí y quiénes merecen la pena. Porque detrás de unos resultados devastadores para la libertad, quedan las almas que sé que algunos tienen.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Votar


Entre los descontentos y los confusos, entre los que se agarran a lo nuevo como única alternativa por muy suicida que sea y los que creen que la política no les interesa. Y para colmo, los vagos que ignorando el trabajo que costó conseguir el derecho al voto, se quedarán en casa dándolo todo por perdido o todo por ganado. Votar no es sólo un derecho, debería ser un deber, real y moral. Yo sí voto, lo tengo claro. 

lunes, 14 de noviembre de 2011

Asesinos a sueldo en mitad del caos


El caos dejó de ser ese desorden de jugadas amistosas para convertirse en un asesino a sueldo. Allá, Berlusconi dimite, pero no lo hace por la fuerza de un pueblo que grita al unísono, sino por la venganza del poder y la mano hambrienta de la economía. Acá, la política se convierte en entrecomillados constantes y almas que sólo se dejan ver cuando les ilumina el mar.

Nada importa, porque lo que queda son los vasos rotos que ya no tienen arreglo tras la discusión, el día a día contaminado. Las lágrimas derrochadas en las sábanas sólo auguran el dolor de cabeza posterior a la llantina. Se hace insoportable el transcurrir diario de un mundo que se devora a sí mismo, una ciudad que se atraganta con sus propios escupitajos.
El sonido y el ruido de cada pesadilla. ¿Y si lo que pensabas que merecía la pena era sólo un cuento chino para no caer al precipicio? Cuando dejamos de creer en lo que hacemos, se rompe la red que nos separa del vacío. El compromiso lo cambiamos por la velocidad, la pasión por una batalla inútil en la que nos supimos perdedores el día que dejamos de empuñar las armas bajo la presión de las amenazas. A la sinceridad se la engulló el orgullo, los nervios, la precariedad, el miedo, la saturación, la rabia contenida, la decepción, la tristeza. Las risas robadas al tiempo, las preguntas sin respuesta, la injusticia. Se achicaron las almas porque se las fue comiendo el miedo. Hacer frente a las constantes decisiones. Que los enfados te impidan hablar, que la desconfianza pese más que los abrazos, que el silencio pueda más que la autenticidad, que el caos te impida entender el mundo. No el de allá, sino más bien el de acá. 

domingo, 30 de octubre de 2011

A cañonazos


La decepción también te desvela el sueño. Cuando las expectativas mueren tras chocar con el muro de contención que alza la realidad, el golpe es duro. Nos dijeron que esperáramos, que lo imposible sólo tardaba un poco más. Era mentira. El tiempo pasa para recriminarte que las miras demasiado altas, al final, sólo producen vértigo. La vida se desmorona. Al mundo le golpean duras tempestades. Una crisis mundial que asola deja impotentes a, sólo en España, cinco millones de parados a los que se les niega el autodesarrollo personal. Jóvenes al borde del suicidio ideológico. La desmotivación asola. 
No difiere demasiado de esa generación confusa de personas de cincuenta, a los que la vida no les ha devuelto todo aquello que fueron entregando a medida que la transitaban. Probablemente, ni siquiera una parte representativa de lo que entregaron, de lo que fueron perdiendo por el camino agarrándose a un montón de ilusiones que resultaron ser espejismos. Elegimos la salida equivocada y ahora, en plena oscuridad, ni siquiera nuestra propia sombra nos acompaña. 
Cuando la decepción llega de tú a tú duele el alma. Automarginándonos de un mundo que no nos comprende, elegimos –aún nos quedaba eso, la capacidad de decisión–, y en esa elección ponemos corazón y cabeza, ponemos entrañas. La decepción no llega anunciada con grandes carteles. Basta con un gesto, con una palabra equivocada que te desvela la falta de confianza, la falsedad de cualquier aparente previa muestra de cariño. No es orgullo, es miedo. 
Decepción final ante ti mismo, porque el optimismo que te caracteriza ha sido una pistola de juguete contra un entorno que te dispara a cañonazos. 

lunes, 24 de octubre de 2011

Kit Kat


Literalmente, sin tiempo para respirar. Pasa todo tan deprisa que no me da tiempo. No me da tiempo a escribir lo que quiero escribir, a cuidar lo que tengo que cuidar. A hacer las cosas que la gente normal hace. A poner lavadoras. A ver una película. A hablar con mis amigos. A dormir. A tener vida. Llevo hoy más horas delante del ordenador que en un día normal de redacción. Porque trabajo, precisamente, es lo que tengo acumulado. No asimilo. Necesito un kit-kat. Tampoco aquí tengo tiempo para escribir más.

domingo, 9 de octubre de 2011

Relax dominical, con apuntes de lo que es mi mundo (periodístico) en Ceuta

Redacción EL PUEBLO

Un ‘autobús’, que en verdad es un coche, que parte a las dos de la tarde destino Castillejos (el primer pueblo pasada la frontera marroquí). Descubrir que el pescado está fresco si tiene las agallas coloradas y que, cual Moises con las aguas del mar Rojo, las colas para pasar la frontera pueden abrirse en dos para dejar pasar a quien sepa tocar los hilos y dar la ristra adecuada de besos. 

La herencia árabe, que no ceso de asimilarla y que se palpa en la cotidianidad, es una de las grandes riquezas que te ofrece Ceuta. También los pellizcos que, de vez en cuando, le das a las culturas hindú y judía. Se lo repito a todo el que me pregunta qué tal en Ceuta. Periodísticamente es una ciudad maravillosa que te ofrece un amplio abanico de posibilidades. No puedo imaginar mejor ciudad española para curtirte, para descubrir si realmente vales o no para el periodismo, para aprender y asumir esta profesión. 

Frontera desde el lado marroquí.
También hay días de periodismo de declaraciones y de retoque de notas de prensa –uno de los males, en mi opinión, del periodismo local es la casi obligación de querer meterlo todo, lo que te aleja de poder dedicar a otros temas el espacio y el tiempo que te hubiese gustado–, pero a menudo te encuentras con historias que te hierven en la piel, las que le dan sentido a este oficio. 

Ya he pasado la frontera del parto, los nueve meses en Ceuta. Septiembre fue un mes difícil, en el que andaba envuelta en dudas que no podía compartir. Ahora, más serena, les digo a mis amigos que si quieren conocer los encantos de Ceuta tienen por delante aún un montón de meses para venir a visitarme. Mi casa, por supuesto, es de ellos. 

Cuando llevaba sólo unos días aquí, me dijo mi jefa que una de las cosas buenas que teníamos los nuevos, aunque nos duraría poco, era que cosas que por cotidianas ya pasaban desapercibidas para ellos, a nosotros nos llamaban la atención. Aún siguen sorprendiéndome infinidad de cosas en esta ciudad y mientras así sea, me quedaré aquí. 

En Ceuta estoy aprendiendo a entender lo que pasa delante de mí campo de visión. Cuando llegué me desquiciaba comprobar que en casi todo lo que veía, aunque pudiese captar que algo escondía, se me escapaba el qué. Aún se me esfuman infinidad de detalles, pero voy mejorando en ese sentido. 
De las áreas que llevo, Sanidad es la que, con diferencia, me gusta más. Me gusta porque, más allá de enfrentamientos políticos entre la Gerencia y los sindicatos, te permite tocar temas que están pegados al individuo. A todo el mundo le interesa la salud y demasiadas veces estamos indefensos ante una sanidad demasiado politizada y poco humana. En manos de gestores y envuelta por una economía que se olvida de que se juega con la vida y la muerte, con el todo y el nada. 
Herencia de una madre enfermera, siempre me gustaron los temas sanitarios, y cubrir esa información es una de las cosas que más me motiva en Ceuta. Mientras que otras áreas, por más que las llevé, siguen sin apasionarme. Influye que las condiciones no me permitan tener tiempo para profundizar en ellas, pero también que ya de por sí no me parezcan temas estimulantes. Intento, en cualquier caso, encontrarle su gracia... y a veces lo consigo. Otras no.  

Luego están los sucesos, uno género casi renegado ya en periódicos de la península y que aquí, nos dan la sal. Y el término lo amplío a todo imprevisto: a aquello que te obliga a salir corriendo hacia cualquier lugar justo 'ahora'. Una llamada que desencadena un operativo. Ese es el momento más emocionante de cualquier jornada. 
A los veinte días de llegar a Ceuta tuve mi primer contacto con la inmigración. EL chico, un par de años menor que yo, me clavó su mirada. Era la segunda vez que intentaba entrar a nado a España. El fotógrafo y yo estábamos allí captando para siempre su frustración. Cada tema que he tratado relativo a los inmigrantes del CETI me han hecho reflexionar. Es otra de mis 'mediciones'. El día que cuente historias de inmigrantes como quien copia notas de prensa no tendrá sentido seguir aquí. 

En el apartado ‘sucesos’ entran también esos incendios presenciados por toda la redacción, avisos de tiroteo que te llevan en coche a darle tres vueltas a la ciudad buscando una pista, las pocas pero siempre estimulantes visitas al Príncipe, las noticias de desenlace trágico que te hacen quedarte en la redacción hasta altas horas, los accidentes captados al vuelo, las quejas sociales, los rallyes en el coche del periódico para que la noticia no se escape… 
Son apuntes laborales, a los que sumo también alguna entrevista gratificante y algún reportaje conmovedor. Sin olvidar una campaña electoral que más de un día me sacó de quicio… 

Creo que en estos meses he aprendido a quitar literatura (al menos un poco) y a manejar (en cierto modo) la ansiedad. No controlo aún, sin embargo, los enfados a destiempo, ni esa vanidad que a veces me desdobla, ni mi constante inseguridad
El dolor de barriga y la risa nerviosa que me asaltan cuando no quedo satisfecha con una información o cuando no he estado a la altura es otro de los parámetros medidores: si no te agobias con un mal resultado es porque has entrado en una actitud 'pasota' de la que hay que huir. De momento, sigue habiendo un montón de cosas que me quitan el sueño, y eso está bien. 

Mi mesa de trabajo.
Mi vida en Ceuta es, prácticamente, el periódico. En eso influye que el periódico no sea sólo trabajo, ni sus integrantes sean sólo mis compañeros de redacción. Nunca antes me había sentido tan a gusto en un trabajo. Por eso sumar tantas horas en ese espacio sin ventilación es a veces una opción elegida por puro roce. Como un gato que disfruta con el contacto. Hablé aquellos primeros días de los 'minutos musicales', ahora he de decir que las charlas al filo de la madrugada me apasionan. La noche da otro color a las palabras, desnuda las emociones. 

Todo esto no quita para que Ceuta me continúe pareciendo una ciudad en la que vivir se hace un poco más cuesta arriba que cualquier otra ciudad. La comodidad, el carácter afable y cariñoso de su gente, el clima, la cercanía… son ventajas que suelen, sin embargo, verse disipadas por una concentración odiosa que hace casi imposible salir a la calle sin verte obligado a saludar a la gente o por una agobiante sensación de aislamiento y desamparo. Estás cerca y, al mismo tiempo, tan lejos. 
Sin contar con la falta de alicientes de esta ciudad por mucho que tenga mil atractivos. Es fácil de explicar, pongo un  ejemplo: hoy libro, me apetece ir al cine –que por cierto, en nueve meses nunca he ido– a ver la película ‘La piel que habito’. A falta de tener cerca a mis amigos –si supieran lo mucho que los echo de menos–, en cualquier otra ciudad me iría sola al cine. En Ceuta, donde a falta de intereses muchos se entretienen a base de cotilleos, me da una horrorosa pereza encontrarme por el camino con conocidos que me vean como un bicho raro. En fin, después decidiré si ir o no al cine… 

Y concluyo ya la entrada de esta mañana de relax dominical. Dudo que en 2015, como me decía mi jefe hace unos días, siga aquí... Nunca se sabe, eso es cierto. De momento, y a pesar de los días en gris, la vida en Ceuta me resulta estimulante y no tengo la intención de marcharme. El periodismo, como apuntaban el otro día, no deje de ser una forma de vida; la forma de vida que yo he elegido y que, por ahora, me apasiona.

jueves, 6 de octubre de 2011

¿Por qué lo llaman amor?

Es un toma y daca, una utilización mutua de la confidencia, de la relación. Se equivoca el periodista que cree que le puede pedir a un político la lealtad de un amigo y se equivoca el político que cree que puede pedir a un periodista la lealtad de un amigo.
Pueden serlo cuando dejan al margen sus trayectorias, sus objetivos y sus intereses, pero es complicado que eso suceda cuando se trata de dos profesiones tan vocacionales, tan excluyentes, tan acaparadoras, tan apasionantes.
Las cosas van bien cuando uno y otro conocen las limitaciones. Las cosas van mal cuando creen que no existen esas limitaciones y la vida es bella, un amigo es un tesoro y hay que conservarlo contra viento y marea. 
Un periodista no puede exigir a su amigo político que le revele un secreto de Estado, un político no puede pedirle a su amigo periodista que no publique determinada información que le perjudica; un periodista no puede esperar que un político decente le cuente el lado oscuro de su presidente, de su jefe de partido, de su portavoz, de su ministro; un político no puede esperar que un periodista calle las noticias que bloquean la posibilidad de que su partido, su grupo, su jefe, gane elecciones o pueda dar un golpe mortal a su adversario.

Está bien la confidencia compartida, el desahogo, celebrar juntos los éxitos y llorar juntos los fracasos; está bien la charla de sobremesa a tumba abierta, los SMS en los que cuentas y te cuentan aparentes secretos que luego no lo son tanto, está bien ampliar la relación con el periodista o con el político hacia otros amigos, incluso a la familia; hacer grupo, jugar unas partidas de mus, tomarse unos gin tonic en el bar de la esquina mientras se habla de lo divino y lo humano y se intercambian chismes de la profesión o del partido y se pone a parir a algunos compañeros de la profesión o del partido.
 
Pero cuando llega el momento de que el político es político y el periodista es periodista, el momento de poner las cartas boca arriba, todo salta por los aires si uno de los dos, o los dos, creen que lo suyo era una amistad a prueba de bomba. ¿Por qué lo llaman amor cuando quiere decir sexo? Decía el título de la película.
¿Por qué lo llaman amor cuando quiere decir compadreo?
¿Por qué lo llaman amor?
“Todo salta por los aires si creen que lo suyo era una amistad a prueba de bomba”
 
ENEMIGOS ÍNTIMOS
OPINIÓN
Por Pilar Cernuda
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martes, 4 de octubre de 2011

4 de octubre


Todo fascina


No hay un solo destino / en cada vida
se abre a menudo otra trayectoria
que nos hace señales en la noche
cuando no estorna el sol inoportuno.

Todo fascina / todo nos atrae
son historias con algo de primicias
y en lo desconocido nos seduce
el cargamento de las novedades.

Cada realidad propone un signo
con una borrachera de confianza
y así nos perfilamos / obedientes
con señas derivadas de otras señas.

En este pedacito de pronóstico
somos los extranjeros del espíritu
el lenguaje del viento dice cosas
que ninguno se atreve a traducirnos.

Pesadillas del aire se entrelazan
preguntamos y nadie nos responde
al parecer un destino es el silencio
y al cabo del silencio está el futuro.

Mario Benedetti


Llegó el 4 de octubre y jugamos las cartas a un futuro. Agarramos las señales de la noche y decidimos que aún todo fascina. 

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Mi Italia... Y la de Miguel Mora


Que se lo digan a A., que encontró a su gran amor en Roma; o a V., que no se enamoró de uno sino de todos los italianos que le enseñaban las playas de Salerno. O a A. y a L. con las que compartí mis primeras croquetas peruginas pero también mis más secretas confesiones. Que le pregunten a S., otra de las que se quedó prendada de un italiano, F., que nos cocinó las mejores pastas, mientras su prima, los mejores risotti. Aunque de V. me quedo con los helados compartidos. O, por supuesto, a C. Qué decir. 

Son iniciales de algunos de los nombres a los que me sabe Italia. En este caso, la segunda parte de mi Italia. Debe ser extraño vivir en ese país, aunque sólo sean unos meses, y no quedarse prendado y atrapado. Por eso uno deja algo de sí mismo enredado entre las personas con las que compartió experiencias, con la esperanza de poder volver a recuperar sus piezas algún día. 

Viví tres meses en Venecia y, dos años después, nueve en Perugia. Doce en total, que no voy a ponerme ahora a relatar porque para eso sólo hay que dar marcha atrás en este mismo blog o en tantas otras páginas que dejé desperdigadas en aquel momento. Sólo puedo decir que el tiempo allí lo aproveché, que fueron muchas horas recorriendo en 'Trenitalia' el país de arriba a abajo. Muchas experiencias adheridas a la piel y que nos une en eterna complicidad a los que las compartimos en aquellos momentos. Abundante comida y emocionantes descubrimientos. 

Si todo esto me viene a la mente ahora es porque ayer me enteré -con un poco de retraso, cierto es- de que Miguel Mora deja su corresponsalía en Roma para marcharse a París. Mi Italia también sabe a los artículos leídos con devoción y envidia -¿qué periodista no envidia su puesto de corresponsal en la ciudad eterna?-, antes, durante y después de aquellos meses italianos. Su despedida, en el blog de El País, me puso los pelos de punta. 

Ahora, en su nueva aventura, en la Francia en la que ya está inmerso, sólo puedo decirle: 'In boca al lupo'
Y sé, sin conocerlo, lo que Miguel Mora me respondería...

Arrivederci Roma!
"Señoras, señores, se acabó lo que se daba. Il Capo ha decidido que hay que irse a París, y allá que vamos, y a toda lait que la cosa está que arde. Sarkó, Carlà, el nasciturus, sus biberones, DSK recién resucitado de sus (evanescentes) acusaciones, calentones y fluidos, y si hay suerte la victoria de Madame Le Pen y la hecatombe del euro... No parece mal plan de curro, aunque he de reconocerlo: la despedida es durísima. Duele mucho dejar Roma, Italia, e incluso Vaticalia. Y no quiero ni contarles el sofocón que llevan mis pobres hijas desde que se enteraron de la noticia. Vaya usted y explíqueles ahora que eso que les dicen los trasteverinos de mio unico e grande amore es solo retórica. Sí ja."

Lee aquí la despedida completa de Miguel Mora. 

Como la Sirenita


La primera clase de aquafitness, esta mañana, no hacía otra cosa que anunciar un día acuático. “Como la Sirenita, o como el astronauta que pisó la luna, sin brusquedad, suave”, me indicaba Erika mientras, cogiéndome de la mano, me hacía sumergirme en el mar. Al fin el prometido bautismo de buceo en el Diving Center, a escasos días de que el verano toque a su fin. 
   El miedo, metido en el cuerpo por mi madre y por Cristina, y reforzado por el trágico ahogamiento de dos hombres hace pocos días, se disiparon con el tono cantarín de la argentina Erika, que me proporcionó seguridad. Ya en el mar, como en la radio, los gestos con las manos daban paso a la escena. Como en una película, el mar me abrazaba. 
   Me dolía la mandíbula de apretar tan fuerte el respirador. ¿Y si en mitad del mar se me salía de la boca?, era mi temor. El entaponamiento de oídos se iba pasando si ponía en práctica los ejercicios que me habían explicado: taparte la nariz y respirar.


Apenas tres o cuatro metros de profundidad. Suficientes para mi primer contacto marino. Peces 
pequeñitos y grandes, corales y erizos. Un nada uniforme suelo marino. Increíble. Lo más complicado era controlar el peso, no hundirte tanto que la barriga tocara la tierra, pero tampoco flotar sin lograr descender. Nueve kilos de plomo compitiendo contra un chaleco lleno de aire. Y mi mala coordinación puesta en juego. Dice mi primo, que ha bajado hasta 42 metros, que llegas a tal desconexión de la superficie, que ya no sabes si arriba es arriba o a la derecha... Parte de esa abstracción la he experimentado hoy.

De vuelta a casa y para finalizar un entretenido y apasionante día de descanso -lo empecé con una ácida y maravillosa película, Los limoneros-, he terminado el libro que estaba leyendo –de periodistas metidas a detectives– y que he devorado de manera apasionada en unos días, pero esa es otra historia. De momento, mañana (en unas horas realmente) habrá que volver a la redacción.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Dubitativo septiembre


Volver -ya ni me acuerdo- de vacaciones se me hizo cuesta arriba. El horizonte de páginas en blanco me pareció negro. Pero al final no lo fue tanto. Pensé que agosto no terminaría nunca y, sin embargo, sin darme cuenta se esfumó (y con él mis 26...). Ahora empezamos septiembre y este mes -ahora sí- sé que se me va a hacer cuesta arriba. Porque hay cosas que no cambian y me conozco, sé que como en otras ocasiones, septiembre es siempre un mes de toma de decisiones, algo que en este nuevo inicio se repite. Y una -para la que la decisión no es precisamente su gran virtud-, no lleva bien esos momentos, por muy bien que sí lleve los cambios. A esto se le suma ausencias que no me deberían afectar pero lo hacen, me desmotivan; y conocimientos/presentimientos que, a su vez, fomentan el ocaso, las contradicciones. Además, cambia el clima y el espíritu se enturbia. Ganesh es el Dios hindú de los buenos comienzos. Igual me agarro a él, a ver si me inspira.

jueves, 11 de agosto de 2011

Los humanos que hay detrás de las historias

Pasan la una de la madrugada y debería dormir. Más que nada porque tengo que estar a las siete y media de la mañana en la redacción. 
Supongo que 'rallarme' no soluciona nada. Sé por experiencia que dar vueltas en círculo solo lo hacen los ponis de feria. 

Hoy he entrevistado a un joven inmigrante de Somalia. Llegó a Ceuta cuando yo estaba en la universidad. El verano en que terminé la carrera lo deportaron. Pero se equivocaron de país y se encontró en Nigeria sin conocer a nadie, sin dinero, sin ánimos. Ha tardado dos años en volver a convertirse en un inmigrante ilegal en España. Uno de los más de 700 que aguardan una solución 'atrapados' en Ceuta.
Cada uno de ellos arrastra su drama. Guerras, en su mayoría, que les obligaron a dejarlo todo por sobrevivir. 
Algunos se buscan un trabajo en la ciudad para sostener la espera. Como Youssouf, que trabaja de 'aparcacoches'. Pero más que por dinero, lo hace "por no darle vueltas a la cabeza".

Parece que lo de 'comerse el coco' es universal. Pero qué diferencia entre unas 'neurosis' y otras. Me he pasado un par de días dando vueltas sobre los mismos temas: ansiedades, conflictos internos, roces con compañeros, vocaciones, amistades, vanidades no resueltas, abrazos, dudas constantes... Paranoias varias que no llegan a nada y que ni siquiera me atrevo a relatar y explicar mirando a los ojos. Castillos de naipes que destruye el Levante de estos días. A veces no soy capaz de compartir mis pequeños problemas. Quizás por eso me refugio en este escaparate que yo me hago creer a mí misma que es infranqueable. 

Escribo en un folio mientras mi gata no cesa de morderme. 
A estas horas, varios de los inmigrantes que he entrevistado esta tarde estarán durmiendo al relente. Más allá del color, de la riqueza, del idioma, nos unen las vueltas a la cabeza. Eso es propiedad de cada uno de nosotros, conflictos mentales que, más nimios o más trascendentales, nos provocan insomnio. Nuestro pequeño mundo que para nosotros es enorme. Pero algo nos diferencia, y es que yo tengo algo que no tienen ellos: la posibilidad de elegir.

Hoy he recordado que el periodismo me apasiona porque me permite desayunar con un político ecologista, comer con una pintora artista, merendar con un inmigrante y cenar un cúmulo de ideas renovadas. Me gusta las 'historias humanas', me gusta conocer a los humanos que están detrás de las historias. El periodismo te ofrece la riqueza de darte cuenta de que, en paralelo a tus miserias, hay un mundo enorme al alcance de la mano en el que todos tenemos cabida.

lunes, 8 de agosto de 2011

Si no lo necesitara


Ahora que ya tengo carné de prensa, ahora que ya los textos escritos en periódicos rebosan las cajas de zapatos, ahora que ya sé que no hay nada en el mundo que me guste tanto ni que me haga sentir tan viva como este oficio, puedo dejarlo todo y cambiar de profesión. 

Abandonar el periodismo y dedicarme a algo más banal y más sencillo, sin implicaciones, sin pasión.
Cualquier empleo cotidiano y mecánico que no me acarree contradicciones, que no me provoque dolor de barriga ni nervios ni miedo ni ansias de superación. Que no me haga sentir ni mal ni bien. Un trabajo como el de tantos otros, que no me de problemas ni disgustos, ni me cause llantinas sin explicación. Que no me haga dar vueltas en círculo a su alrededor en mis días libres. 
Al contrario, un oficio que sea tan insípido, tan absurdo, que corte de cuajo la necesidad constante de dedicar a él una amplia parte de mis pensamientos. Un trabajo sin responsabilidades, pero también sin jefes, sin compañeros a los que acabe convirtiendo en amigos, un trabajo que no me permita entablar relaciones, que me dehumanice, que me aísle, que no me haga sentir indefensa, que no me permita encariñarme, que no me haga requerir de palabras ni de abrazos, ni de confesiones a gritos, ni de devociones compartidas; un trabajo con el que no necesite a nadie, que me haga fuerte. 

Si no tuviera tantas ganas, tantas dudas, si no me permitiera enamorar, apasionar, si no todo fuese negro o blanco, si supiera controlar cada uno mis latidos, de mis respiraciones, entonces quizás todo sería más fácil. Más absurdo, más muerto, pero más fácil. 

lunes, 1 de agosto de 2011

Volver de vacaciones, la nube y la feria

¡Allez hop!
¡Titiritero, allez hop!
de feria en feria.
Siempre risueño,
canta sus sueños
y sus miserias.













La abstracción se genera en cuestión de segundos. En Ceuta he aprendido a desconectar. Si sé ausentarme en un fin de semana, con más razón en quince días. Por eso volver a trabajar ha sido como un jarro de agua fría que ha estado ( y está) acompañado de un incesante dolor de cabeza. No echaba de menos trabajar, ni por pasión primeriza. Y eso no debe ser bueno. Lo que sí tenía ganas era de achuchar a algunos, pero en contextos ajenos. En la nube. Tampoco es bueno añorar. Hoy me he visto desde fuera. Era como un rollo de fotos de los antiguos, podía salir y entrar y las acciones evolucionaban pero permitiendo incorporarme en cualquier momento. Suserrealismo preciso y ordenado. Un negro muy claro. Turquezas. Y la mente a una velocidad mucho mayor que mi capacidad de escritura. Claro que eso tampoco es demasiado difícil.

La feria. Escenario en el que he aterrizado. Deambular entre cacharritos, sola en la madrugada, preguntándome a quién preguntar. He cubierto la feria en todos los medios en los que he trabajado. Se repiten, como las frases de un mantra. Pero todas son similares. Es más, empecé a ser prácticas gracias a unas ferias. Lo primero que publiqué en prensa, ferias. Pero esto venía de antes. De una adolescencia veraniega de curranta en las Colombinas. Quizás por eso mis amigos asocien estos festejos a que yo trabaje en ellos. Fui primero niñera de niños feriantes y después parte de ellos, tombolera. Mis primeros ahorros los hice en la feria. Quizá de aquello he heredado tener este alma de titiritero.

Agosto. Nube mental, ferias, ¿Y de qué voy a escribir mañana? Dios proveerá... o, en pleno Ramadán, Alá.  Empieza el estrés. Creo que estas vacaciones he pensado demasiado, pero sólo puedo contar la mitad. Por qué no sé cuánto de todo esto es verdad...

jueves, 14 de julio de 2011

Vacaciones


Ponerle loción antiparasitaria al gato. O dejarle a Virginia todas las instrucciones: que le eche comida, que le ponga agua fresquita, que le limpie la arena... (Y que me riegue las Cintas) Decidir, antes de que se acaben los plazos, si me apunto o no a inglés. Pagar los recibos (de luz y agua) por adelantado. Meter en un pen-drive los documentos que me vayan a hacer falta (va a ser que sin escribir en quince días no podré estar). Seleccionar sólo la ropa que voy a ponerme, los zapatos que voy a usar, los libros que de verdad me apetece leer. Conjurarme conmigo misma para no levantarme temprano (voy a dormir). Comprar cereales para traerme a Ceuta. Estar pendiente de la placa verde que señala la entrada en la península, para iniciar la cuenta atrás.

Me voy de vacaciones. No me llevo al Ingesa ni al Hospital Universitario, ni al Hospital Militar ni al SUAP. No me llevo a las malditas agencias con teletipos de atraso ni a los e-mails del Gobierno de la Ciudad y de los sindicatos. No me llevo las graduaciones militares, ni su cerrada política de comunicación. Tampoco las agendas culturales, los estrenos, las exposiciones, los conciertos y los días puntuales. Y dejo en Ceuta la ansiedad. Me llevo, eso sí, la sensación extraña de irme de vacaciones de mujer trabajadora por primera vez. La esencia de crecer
Estoy agotada, exhausta de malas noticias, y sin embargo, dispuesta a volver a la brecha. En agosto, seguramente, todo seguirá igual. La actualidad desmiente cada día su propio nombre. O quizás todo será distinto, porque los ciudadanos que se han atrevido a decir que no, para asistir asombrados al prodigio de las miles de voces que se han unido a la suya, saben ya de lo que son capaces.
Sobreviviré a las vacaciones. No sólo eso, desconectaré. Aventura, familia, playa, amigos. Los noes de hoy serán síes de mañana. Con esa esperanza me despido de ustedes. Disfruten de la luz de este verano.


(Palabras versionadas del artículo publicado por Almudena Grandes en El País el pasado lunes). Artículo completo

lunes, 11 de julio de 2011

El gofre


E-mails pendientes. Susurros de los días libres. 
El chino, como un mantra: el de niña en los domingos tiernos, el de los martes cómplice en la facultad, el de los lunes en el surrealismo. 

Gofres precocinados con chocolate. Libido veraniego. Mochilas con agujeros. 
Los abrazos no valen si son pedidos. La comida se enfría. 

Una peli de tres horas, con banda sonora en directo. 
Mil dudas y mil sueños. Y otras mil dudas.

Desconfianza. Repeticiones. 
Los días, atropellados. Las vacaciones, a la puerta.

domingo, 10 de julio de 2011

¿Sus vidas cuánto pesan? (Las respuestas en 'Up in the air')

"¿Sus vidas cuánto pesan? Imaginen por un segundo que llevan una mochila. Quiero que noten las correas sobre los hombros, ¿las notan?
Ahora quiero que la llenen con todas las cosas que tienen en sus vidas. Empiecen por las que hay en los estantes y los cajones, las tonterías que coleccionan. Noten cómo se acumula el peso.
Ahora cosas más grandes: ropa, pequeños electrodomésticos, lámparas, toallas, la tele. La mochila ya pesa. Ahora, cosas más grandes: el sofá, la cama, alguna mesa…
Métanlo todo dentro: el coche, la casa, un estudio o un apartamento de dos dormitorios.
Quiero que introduzcan todo eso dentro de la mochila.
Intenten caminar. Es difícil, ¿no?
Pues esto es lo que hacemos con nuestra vida a diario. Nos vamos sobrecargando hasta que no podemos ni movernos. Y no se equivoquen, moverse es vivir."

"Tienen otra mochila. Sólo que esa vez deben llenarla con personas. Pueden empezarla con los conocidos: amigos de amigos, la gente de la oficina, y luego pasen a las personas a las que confían sus secretos: sus primos, tíos, tías, hermanos, hermanas, sus padres, y por fin, su marido o su mujer, su novio o su novia.
Métanlos en la mochila. ¿Sientan el peso de la mochila?. Puedo asegurarles que sus relaciones son la carga más pesada de su vida. ¿No sienten un peso clavándose en sus hombros? Todas esas negociaciones,  discusiones, secretos y compromisos... No necesitan cargar con eso".

Furtiva, divertida y apasionada. En las nubes te deja 'Up in the air'.
Me han encantado los diálogos, aunque me quedo con una escena: la conversación a tres bandas sobre la vida y el hombre perfecto.

Hasta a George Clooney, en su papel de Ryan Bingham, un hombre que por su trabajo -despedir a empleados de grandes empresas- se pasa el día volando, pueden ponerle la vida del revés. Así pasará cuando aparezcan en escena una nueva compañera de trabajo, la joven Natalie (Anna Kendrick), y su aparente alma gemela, Vera Farmiga. No hay nada como ponernos en constante contradicción…

martes, 5 de julio de 2011

El ego, Chila, mis primeras vacaciones y otros 'melodramas' caballas


Mi gata Chila me mira como diciéndome: 'Entiendo, cariño, todo eso que me estás contando'. Pero, después, la tía viene y lo único que hace es pegarme un mordisco. Entonces comprendo su respuesta: 'Hija, no melodramatices, déjate de cuentos y échame de comer'. Chila está obsesionada con la comida. Yo, la aprovisiono de alimento y le cuento mis cuentos. 

Como a quien se le sube un tendón, a mí a veces se me sube el ego -le explico a Chila- y me vuelvo de lo más vanidosa. Me pillo unos mosqueos tremendos por que tal o cual tema no me lo han dado a mí o por qué aquella historia la va a escribir fulanito en lugar de escribirla yo. Normalmente, como esto del ego suele responder a impulsos irracionales que no puedo justificar, y además yo no soy de montar numeritos, a lo único que me lleva es a, como a un niño chico al que le niegan lo que reclama, pillarme unas llantinas tontas y exageradas, que cuando, con desconsuelo e impotencia, termino de llorar, hacen que me sienta de lo más ridícula

El ego es mi primer problema; el segundo, la lentitud. Empiezo a creer que los demás se creen que soy lenta queriendo. Entonces yo me acuerdo de las noches con Cristina Durán en ABC o de la de veces que me he quedado la última, allá donde voy. Me retumba la frase esa de que 'bien hecho y tarde' es lo mismo que 'mal hecho y a tiempo'. Así que si con las prisas, encima de tarde, la información queda mal, ya es para 'Apaga y vámonos'. 
Pero es que las tardes pasan a una velocidad de vértigo. De las cinco a las seis, el tiempo no existe. Y al final siempre son las siete y media y aún estoy con la primera de mis tres páginas. La ansiedad llega más tarde. Y como empiecen a hablar de editoriales es cómo: 'Oh, Dios, pero cómo escribo tan lenta!!??' 
Después están los factores externos, siempre hay algo que nos hace entretenernos. Son las consecuencias de que la redacción sea un poco como el salón de casa. Como una familia en la que siempre hay algún miembro con alguna historia queriendo compartirla con los papis o los hermanos. Pequeñas cotidianidades que nos dan la vida.

Es lo que puede llegar a pasar con un trabajo tan absorbente y en el que echas tantas horas, más aún si tus 'compañeros de oficina' terminan convertidos en la gente en la que confías y con la que compartes tus emociones. Hay quienes piensan que eso puede ser perjudicial para el rendimiento laboral y por ello fomentan una actitud de competitividad y recelos, de mal ambiente en la zona de trabajo. Yo, por el contrario, pienso que el buen clima es una de las grandes ventajas de este trabajo. El sentirte como en casa implica que, a la hora de trabajar, además de tu esfuerzo como profesional y de tu pasión como amante de tu oficio, acabes sumándole el compromiso personal que has adquirido; es decir, te sientes en la obligación de poner todo tu empeño en realizar un buen trabajo, no sólo porque es tu profesión, sino también porque estás implicado emocionalmente. Gracias a ese buen ambiente, defiendes no sólo tu trabajo, sino el de toda tu 'manada'.

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Hoy libro, prueba de ello es que tenga tiempo para estas divagaciones con Chila; después, eso sí, de unas cuantas horitas en la piscina. En diez días, la historia cambiará: me voy de vacaciones. 
Ya, es algo habitual para todos los trabajadores; pero para mí tienen un significado especial: son mis primeras vacaciones laborales.
Estaban aquellas del instituto. Tres meses de campamento, playa, botellones y lecturas veraniegas. Después llegó la Universidad y con ella, primero los trabajos de verano, después las prácticas de verano. Primero de julio significaba empezar como becaria en un nuevo diario. 
Esta vez, el 1 de julio fue trabajar como un día más. Tengo vacaciones del 15 al 30 de julio. Vacaciones de mujer adulta, de mujer trabajadora. 

En Ceuta suelo tener la sensación de que no me da tiempo a asimilar tantas cosas que aprendo; que se me escapan las conclusiones de los pasos que doy, los matices de las historias que tengo el lujo de escuchar en cada noticia, en cada comida compartida, en cada rato, en cada esquina. Pero a veces la fregona se llena de demasiada agua y no seca.
Vine para tres meses, llevo seis y pico, y, de momento, mi intención es quedarme. A veces me sorprendo a mi misma haciendo planes de futuro, como, por ejemplo, ir este invierno a la piscina. Entonces me rallo porque no pensé que me quedaría en Ceuta por mucho tiempo. Imaginé que me agobiaría antes y la verdad es que, por ahora, estoy feliz en esta peculiar ciudad. No sólo eso, deduzco, además, que no querré irme mientras tenga esta sensación de que aun se me escapan demasiadas cosas y de que Ceuta me pone por delante un abanico enorme con miles de cosas que descubrir. 
Todo evoluciona, la ansiedad por no encontrar temas pasa a convertirse en ansiedad por no encontrar buenos temas, la lentitud se afianza como un reto pendiente, el horizonte no es más (ni menos) que el cierre de cada día. Y la sensación de soledad y desamparo de los primeros meses ahora se ha convertido en tener a gente al lado que empieza a hacerse un hueco en el corazón. Soy una cursi, aunque tenga fama de poco romántica.

Si tiene razón Chila, menos ralladas y a disfrutar de todo un verano que tenemos por delante.

sábado, 18 de junio de 2011

Secretos


Secretos compartidos, y secretos que aún no me atrevo a confesar.

Días que pasan demasiado rápidos. 
Puñaladas de vanidad y ego que me juegan malas pasadas.
Ilusiones ante sueños nuevos, ante rostros desconocidos.
Cambios de humor: enfados, gritos, prontos de rabia, injusticias.
Susurros.
La ausencia de los nombres, la carencia de los abrazos.
Aprender a mucha velocidad y asimilar con lentitud.
Asomarse al abismo y resbalarse. No estar a la altura o tener miedo -siempre el miedo- de no estar a la altura.
Escuchar los aullidos lamentosos de mi gata. 
Mirar al mar y pensar, una vez más, que nadie me entiende.

domingo, 29 de mayo de 2011

Leer, con ansiedad

"E mi ricordo ancor io che in poco maggior età, era innamorato dei racconti, e del maraviglioso che si percepisce coll´udito, o colla lettura".
28/01/1821. Giacomo Leopardi. 

(Y mi recuerdo es de un poco más mayor, estaba enamorado de los relatos, y de lo maravilloso que es percibirlos por el oído, o por la lectura)


Perseguía libros, hace un año, Retiro arriba y abajo. Este año es más sencillo, son tres pequeñas filas, con tres librerías ceutíes. A la pregunta de si está tal libro, la respuesta más probable es no. Así es Ceuta, poco literaria. Aún así, una sucumbe y vuelve a casa con alguna futura lectura que ya habrá tiempo de leer cuando llegue el momento.

Y así llega la primavera-verano, con sabor a Feria del Libro.

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Ayer, descubrí este poema:

Libros 

Quiero quedarme en medio de los libros
vibrar con Roque Dalton con Vallejo y Quiroga
ser una de sus páginas
la más inolvidable
y desde allí juzgar al pobre mundo
no pretendo que nadie me encuaderne
quiero pensar en rústica
con las pupilas verdes de la memoria franca
en el breviario de la noche en vilo mi abecedario de los sentimientos
sabe posarse en mis queridos nombres
me siento cómodo entre tantas hojas
con adverbios que son revelaciones
sílabas que me piden un socorro
adjetivos que parecen juguetes
quiero quedarme en medio de los libros
en ellos he aprendido a dar mis pasos
a convivir con mañas y soplidos vitales
a comprender lo que crearon otros
y a ser por fin
este poco que soy.

(Mario Benedetti)

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En estos días, la lectura suele ser un tema referente, al menos en las columnas de algunos periodistas. Yo recupero una, de Elvira Lindo, que en su día me fascinó. 

Leer

Leer. Leer sin ganas. Leer por aburrimiento. Leer para no hacer ruido. Leer para dejar que tu padre duerma la siesta. Leer porque no te dejan poner la tele. Leer porque ya nadie quiere contarte un cuento. Leer porque te han castigado sin salir. Leer porque estás en la cama con fiebre. Leer porque estás solo. Leer porque imitas a tus hermanos mayores. Leer porque lo hace tu madre. Leer libros para niños. Leer novelas que no te dejan leer. Leer hasta que te apagan la luz. Leer sin leer, pensando en otra cosa. Leer en la biblioteca. Leer todos los libros de la biblioteca infantil. Leer porque tu hermana lee en la cama de al lado. Leer libros de Tintín en casa de tu abuelo. Reir porque tu tía llora con una novela. Llorar porque te da pena el abominable hombre de las nieves. Leer y leer y leer cinco líneas sobre sexo. Leerlas y leerlas una vez más. Leer porque quieres estar solo. Leer porque te sientes solo. Leer porque te crees distinto. Leer para encontrar almas gemelas. Leer aquello que aún no has vivido. Leer para llenarte la cabeza de pájaros...


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Hay otros textos que también me emocionaron...

"Hay que haber leído al compañero de todos los viajes los destinos soñados con Las ciudades invisibles de Italo Calvino y la Guía de lugares imaginarios de Alberto Manguel y Gianni Guadalupi.
Hay que haber leído a quien contigo desayuna la noticia del periódico que te acaba de indignar.
Y hay que haber leído al amado y al amante, en la cama, poco antes de dormir, el párrafo en el que acabas de encontrar expresado un secreto." 


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En este domingo de libranza he podido recuperar viejas lecturas. 
Leer con pasión. Leer con felicidad.
Ceuta es poco literaria, pero me ha regalado hoy una escena de novela: 

Esta tarde, en la cubierta de un velero, he leído con ansiedad.