martes, 30 de noviembre de 2010

De Clark Kent a Mary Poppins 18: Carreteras en Irlanda


Texto escrito por Cristina Tierra Burguillo 






Tengo que mirar la fotografía para inspirarme. 
Aunque haya recorrido kilómetros y kilómetros por tierras irlandesas con “mi Jeep”, todavía se me hace difícil pensar que unas carreteras tan estrechas (tanto como las que uno se encuentra, por ejemplo, en la Sierra de Huelva) sean aquí Carreteras Nacionales. 
Carreteras en las que, por supuesto, se puede conducir a 80 o incluso a 100 kilómetros por hora. 
No cabe duda que hay que tener buenos reflejos para frenar o esquivar, en el último momento, el coche que se acerca por el carril contrario a la misma velocidad que marcan las señales de tráfico.
Aunque en otras ocasiones, por el contrario, lo que toca es tener mucha paciencia porque el de delante (que, por supuesto, no es irlandés) lleva un coche alquilado y no se atreve a conducir a más de 40 por estos caminos de cabras.

Sin pasar por alto lo más importante, conducir por Irlanda es una experiencia nueva: volante a la derecha, y freno de mano y palanca de cambios a la izquierda (¡¡que al principio no es nada fácil acordarse!!); conducir por la izquierda (mucho cuidado en cruces y rotondas); paisajes de asombro por todos lados: acantilados, montañas, animales, playas, pueblos con casas de colores…; y Patricia de copiloto, que a veces me saca de quicio porque no se orienta en el mapa, y que la mayoría de las veces ríe y habla durante horas para hacer más amenas las horas al volante.

lunes, 29 de noviembre de 2010

De Clark Kent a Mary Poppins 17: Snowing day



La primera vez que vi nevar fue desde la clase de Historia de la Publicidad (Ay, Segovia...). Mi primera bola de nieve se la lancé a Raquel. Ella, como es asturiana, había lanzado muchas más. 
Cuando camino de Galway vi que empezaba a nevar, me puse nerviosa. Me gusta la nieve, pero no si vas dentro de un coche. La combinación nieve-coche me dejan la mente con el único pensamiento de vueltas de peonza. Y me da miedo, un irracional miedo tan irracional como todos los miedos, pero con bases muy reales. 
Pero la nieve, ya digo, me gusta. Así que una vez aparcado el coche, es tiempo de disfrutar. Lo más divertido de este fin de semana ha sido escondernos por las calles de Galway para encontrar el punto de lanzamiento más adecuado. A Cristina, su risa sin motivos la delata. Aunque la bola más grande me la tiró ella a mí.  

Hoy, Sandycove (mi casa) ha amanecido blanca. No colegio, no trabajo. Sí muñeco de nieves. 
La primera vez que he hice un muñeco de Navidad... diré algún día... fue en Irlanda. Mi primer snowman ha sido también el primero de Harry. 
Tiene gracia, pero los que somos de tierras soleadas no sabemos cómo se hacen los muñecos de nieves ni por qué es blanca, la blanca Navidad de la canción. Pero un buen día, como por ejemplo hoy, una aprende que las bolas más grandes se hacen dando vueltas como en los dibujitos de esquiadores que se caen montaña abajo.

Como nos hemos quedado atrapados en la nieve, Laura y Jonny (los padres) se han enfundado unas botas y unos buenos pantalones y se han ido andando al pueblo con un par de mochilas para abastecerse de comida... Un poco exagerado, he pensado yo. Pero ellos han contestado: No sabemos cuánto tiempo estaremos atrapados... 
La nieve puede ser un coñazo. Pero también puede ser muy divertida. Además, esta mañana, las vistas desde mi ventana estaban más bonitas que nunca. El contraste del océano con la nieve te paraliza, te deja sin palabras.

Esta entrada se la dedico a mi madre, para que se acuerde de mí el día que por fin vea nevar por primera vez; a Cristina, porque sabe disfrutar de la nieve y hace los mismos "ángeles" que los niños; y a Raquel, porque me enseñó a lanzar bolas de nieve.

(Acabo de acordarme que de chica fui a Sierra Nevada, así que igual allí tiré alguna bola de nieve. Claro que no me acuerdo. Solo recuerdo el trineo...)


jueves, 25 de noviembre de 2010

De Clark Kent a Mary Poppins 16: Que si el invierno llega frío...

Ya ha llegado el frío, el de verdad.
(Y tiene pinta de que no se va a ir).
Pero no hay nada (o casi) que no tenga solución: Estamos en "Countdown". La cuenta atrás ya no tiene freno (como, además, todos se empeñan en repetirnos).
Killarney, Killkeny, Cork, Dublín, Kinsale, Clear Island, Clonakilty, Ring of Kerry (ya era hora), Dingle... y este fin de semana, Galway. A este ritmo, el verde va a dejar de ser mi color favorito. Aunque es curioso que mis dos colores favoritos lleven toda la vida siendo el verde y el naranja... y me venga a vivir a Irlanda. O a Italia, claro. A lo que iba, que sí, que Irlanda es bonita. Muy, muy bonita.
Pero que esta noche hace un frío tremendo y tengo ganas de sentarme al lado de mi chimenea. Y de dormir hasta tarde.
Quedan tres semanas y un día: Un viernes con piscina. Y tres más. Lluvia fuera, agua dentro. Una clase más de Capoeira. Algún lunch más compartido, y una comida-cena en grupo. Algún que otro intercambio inglés-español más. Un par de viajes. Belfast. Muchos llantos (de niños) seguro, y también muchos cambios de pañales. Guinnes, y rubias. Saltos. Coche. Comidas picantes. Vocabulario. Hoover.
Gia. Harry. Momo. Cuby. Charlie. May. Kiki.
Chocolate. Canela.
Tres semanas... ¡Eso no es nada! Y después a casa, a pasar los lunes al sol, que así está el patio. Con un poquito (poquito) más de inglés y un poquito (poquito) menos de ganas.  
Mucho frío, sí. Y ya lo decía Mecano: "Que si el invierno llega frío, quiero estar junto a ti."
Mal vamos.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Una invasión de recuerdos

Todo empezó cuando al abrir Facebook vi a mi hermano convertido en Pedro Picapiedra
Silma, mientras tanto, interpretaba a Vilma. Curiosa pareja, pensé. Y seguí bicheando por la red social. 

Ángela se había convertido en La Sirenita, y entonces me acordé de Alejandro, al que relaciono más con Ariel. Los que lo conocemos sabemos por qué. Por algo los tres compartimos esa película como una de nuestras FAVORITAS entre a lo que pelis infantiles de Disney se refiere. (Siempre y cuando, eso sí, no aparezca en escena Ursula, terror de mis noches infantiles y causante de que a la niña de cinco años que yo era cuando el film se estrenó tuvieran que sacarla del cine atemorizada). 


Pero a lo que iba... Demasiados personajes animados inundaban el sábado los perfiles de Facebook. ¿A qué se debe?, pensé. Y la respuesta me llegó en forma de mensaje explicativo: 

"Del 15 al 22 de noviembre, cambiar vuestra foto de perfil de facebook por la de un dibujo animado de vuestra infancia e invitar a vuestros amigos hacer lo mismo. ¿La finalidad del juego? No ver hasta el lunes una cara humana en facebook.... si no, ¡Una invasión de recuerdos!"

Entendido el juego, reflexioné acerca de cual había sido el dibujito de mi infancia. De Disney, seguro. ¿O no?

Mary Poppins fue la gran película. Llegué a esa decisión, solo empañada por una actualidad donde las Mary Poppins ya no necesitan un poco de azúcar y acaban metidas a Cenicientas, que no fue nunca, creo recordar, de mis personajes predilectos.  
Y es que las pelis no animadas eran mi devoción: Mary poppins, La Bruja Novata, Tú a Bostón y yo a California... Pero como se apresuró a corregirme Ángela, la susodicha niñera no era personaje de dibujitos, y el juego, ya lo he dicho, consistía en deshumanizarnos. 

Así que por un rato me convertí en Pluto, mi preferido entre los clásicos.  Como perfecta voyeur, bucee en busca de los recuerdos de otros. Me llamó la atención que aquella tropa de la primera etapa Disney no hubiese sido reclamo del imaginario común en este libro de caras. 
Más de uno, sin embargo, se había convertido en Goku o en algunos de los de su tropa. Y yo me acordé de las veces que mi hermano me repetía las historias del hombre tortuga. Claro que para tortugas, las Ninja y la imagen de un póster colgado en la pared que nunca supe qué fue de él. 

Alguien se convirtió en Campanilla. Pero yo, una vez más dada a lo real, prefería la que interpretaba Julia Roberts en Hook, el capitán Garfio. Gran película. 
El zorro del amor de Coto me recordó a Chip y Chop, y a los dos desconocidos que nos estamparon algo así como Chip y Dale en Eurodisney. Resulta que los dibujitos también se lían con la Torre de Babel. 

Aunque lo que más me llamó la atención es que muchos de los dibujos que mis amigos tenían como fotos de perfil eran personajes desconocidos para mí. Dragones verdes, muñecos de trapo, perros blancos o retazos de tebeos que no sé quiénes son. La infancia y la invasión de recuerdos resultó ser un territorio privado y tan solo, quizás, compartido al cien por cien con los hermanos. 

Por eso, rebuscando en mi memoria, al final me decanté por Benji. Porque entre mis mejores recuerdos están los campos interminables de fútbol en las mañanas ociosas de verano de un camping en el que un enano y yo jugábamos a crecer. Yo me enamoraba de Benji y el enano se metía conmigo llamándome Patty, personaje de la serie (llamada Patricia) tan enamorada como yo del apuesto portero (Ok, Ángela, Patty estaba enamorada de Oliver). El desayuno se esfumaba entre partidos de Oliver y Benji rematados con empalagos infantiles de La Tribu de los Brady antes de salir a cazar lagartijas para cortarles el rabo o a apedrear las avispas que el niño tanto temería después. 

Durante mi recorrido facebookiano, también caí en la cuenta de la mente traicionera. Muchos, de mi quinta, se colocaron a Dory, de Buscando a Nemo, o a Los increíbles en sus perfiles, sin darse cuenta que esos dibujos forman parte de nuestro pasado, pero no de nuestra infancia. Quizás fuimos al cine a ver esas pelis, pero entre caña y clase de la facultad. 
La última película Disney que fui a ver siendo niña fue Toy Story. La última, siendo adulta, también. Mi hermano y mi primo Miguel en el cine Fantasio, que ya no existe, fueron mis acompañantes en la 1. Mi amiga Ángela lo fue en la 3. 

Siguiendo con facebook, Vanesa puso a Willy Fog y comprendí entonces por qué las dos hemos salido tan viajeras. También podría poner a los Fruitis, protagonistas de la primera película en video que tuvimos en casa. Opciones hay muchas. 

Probablemente, si me paro a pensar hay muchos más dibujitos de los que he nombrado entre mis recuerdos infantiles. Hago la prueba, y lo primero que se me viene a la mente es... Se oye una canción... Y suena mi voz de niña de siete años (des)entonando junto a mi hermano el tema de La Bella y la Bestia, que aún seguirá grabado en alguna cinta de cassette. O me veo al niño creyéndose El Rey León en algún juego inventado por mí. O me viene a la mente Aladín y al mismo enano rapado como una bombillita creyéndose el genio azul. 


Ha estado divertido convertirse por un fin de semana en un dibujo animado. Pero, además, me ha hecho recordar una cosa. Todos, absolutamente todos, los dibujos animados de mi infancia estuvieron compartidos. Y en todas las escenas que mi memoria evoca de aquellos años aparece un niño (el niño) pisando los talones de la hermana mayor que fui. En esta invasión de recuerdos siempre aparece Álvaro. El fue, sin duda, lo mejor de mi infancia. 

miércoles, 17 de noviembre de 2010

De Clark Kent a Mary Poppins 15: Changeling

¿Qué se hace cuándo en mitad de la noche el niño de cinco años al que cuidas llora desconsoladamente (y grita, lo juro, como si la vida se le fuera en ello), y si le preguntas:


What happend?, 
él sólo te contesta: 
I don´t want you!!

...Y da igual que intentes razonar con él, que pongas tu máxima concentración en colocar adecuadamente el orden gramatical de todos los elementos de tus frases, que utilices el vocabulario idóneo y una perfecta entonación inglesa. No importa que pretendas ser cariñosa, resolutiva, comprensiva, ni que te olvides de imperativos al estilo de Go back to bed

No servirá nada. Cuando el niño deje de gritarte con desesperación e insistencia que no te quiere (y eso será justo un momento en el que se frene para tomar aire -se va a desgañitar-, sólo será capaz de articular, de berrear:

- Where is my mother?

Y a otros no sé, pero a mí es justo en ese momento cuando la que se me aparece en la mente es Angelina Jolie gritando: 


Dove é il mio figlio? 
en la pelicula Changeling.

(Lo cierto es que me encantó esa película... pero Harry, cariño, deja de llorar, please. Tu madre regresará en un par de horas).

martes, 16 de noviembre de 2010

Verde Irlanda


Mirar por la ventana y no hacer nada. O hacerlo todo. Si uno piensa en Irlanda, se la imagina en verde, y es cierto. Es, quizás, el único tópico, de todos los que tiene preconcebidos, que cumple este país.
Por eso, mirar por la ventana y desear agazaparse junto a la chimenea o debajo de la manta eléctrica en una mañana cubierta de rocío que, como todas, amenaza chaparrón, es una opción.
Aprovechar para enfundarse las botas de agua y saltar charcos como cuando eras un niño, quizás, es otra alternativa.

viernes, 12 de noviembre de 2010

De Clark Kent a Mary Poppins 15: Una semana más

Ha sido una semana larga y complicada. 
Me duele la cabeza. 
Hacerse mayor es tener que decidir. Una decisión tras otra y nunca se acaba. 
Harry llora histérico cuando su mundo se le viene encima. O cuando la mochila del cole se le queda enganchada en el asiento del coche. O cuando no le he pelado la naranja como a él le gusta. 
Gia llora excitada cuando ve a un bebe. O cuando piensa que ha desaparecido porque oculta su cara detrás de sus manos y tú le dices que acabas de encontrarla. O cuando ve cerca chocolate. 
Hacerse mayor es llorar y reír con menos excentricidad y más dolor de cabeza.
Mañana, por fin, es fin de semana. Y el destino elegido es Kilkenny. Solo tenemos que averiguar cómo llegar.

jueves, 11 de noviembre de 2010

De Clark Kent a Mary Poppins 14: Otra tarde como las demás


Pablo Neruda. Aunque debería ser James Joyce. Una canción (demasiado conocida) que suena desde la cocina. Yo estoy sentada en el suelo del salón, para estar a la altura de los niños. Escribo en un trozo de cartón porque Gia me ha robado mi libreta y garabatea en ella algo que no se parece a nada o que se parece a todo lo que uno quiera imaginar. Delante de ella, los ventanales. Si te asomas, ves un océano revuelto en un día que amenaza chaparrón, una montaña, un rebaño de ovejas que nadie sabe muy bien cómo ha llegado hasta allí. Encima de la mesa, un café (mi café) del que la niña intenta apoderarse. El click-click de la cuchara de metal removiendo el azúcar. (No le pongas miel a la verdad, que si ando muerto es de tanto resucitar). Azúcar que, por cierto, los irlandeses nunca le echan al café. Una colección de coches de juguetes, de libros infantiles y de bebes de mentira. Todo esparcido por el suelo. Y la tarde pasa viviendo una vida que no es la mía. Pensándome si hacer o no pactos con el diablo. Aprendiendo inglés a cambio de olvidar que un día intenté conquistar tu corazón con un verso sin rima. 

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Canela y miel

Las palabras están dormidas. Yo no. Las palabras están perdidas. Yo también. Las horas avanzan demasiado rápidas a la par que aumenta un dolor de cabeza con mono de chocolate. La independencia heredada y aprendida. El mal humor o la tristeza que otros ven en mí, y yo no. Las amigas que llegan volando cuando se las necesita. Afortunadamente. Aunque sea en gerundio. Discusiones. Malentendidos. Reproches. Abuso. Un trabajo que no es un trabajo. Una vida que se compone de dos sílabas. Un susurro (a gritos). Repeticiones, y mucho frío. 


Día de silencios contenidos, de abrazos con risas que esconden los miedos, de ansiedad alertada por razones sin sentido. Viruelas con café. Nada es lo que parece. Nunca lo fue. Olvido que te engaña nunca te olvida. Y por último, un buche (sorbo) con sabor a canela y miel, que dicen que lo arregla todo.  

martes, 9 de noviembre de 2010

De Clark Kent a Mary Poppins 13: Don´t worry


¿Que parecen las cuatro de la madrugada y son solo las cuatro de la tarde? No importa. 
Tampoco pasa nada si en mitad de esa tarde (noche) te quedas sin luces en el coche. 
¿Que vas con ese coche lleno de locos (bajitos) y se te pincha una rueda? Plam, plam... Y te consuela el niño. Y te dice: "Don´t worry" cuando ve tu cara. 
Que no te preocupes si se te olvida apagar las luces y la batería de tu coche muere. Aunque sea un jeep y no vaya a haber coche capaz de "resucitarlo". 
Tampoco pasa nada si una oveja, dos pavos y una llama (sí, sí, una llama) se te cruzan en mitad de la carretera.
Don´t worry, como dice el niño. Akuna Matata, como dice el Rey León. Esto es Irlanda. Siempre aparecerá un irlandés al que no le importe estar durante una hora cargando la batería de un coche que solo arranca a fandangos. 
Esto es Irlanda, hemos dicho. Y aquí siempre hay un irlandés (hemos dicho también) dispuesto a invitarte a la segunda ronda de cervezas.

Todos queríamos escribir bien

Por Andrés Ibáñez

Pero sabemos que escribir bien no es cuestión del estilo, ni de las palabras. Ni siquiera del trabajo o de la dedicación. Escribir bien para algunos es escribir frases deslumbrantes que forman párrafos deslumbrantes que llenan páginas deslumbrantes. Pero ¿qué es una página deslumbrante? Hay autores que son deslumbrantes y nos aburren mortalmente. Se trata, claro está, de hacer algo con las palabras. Esta es la clave, esto es todo, y sin embargo en ese "todo" está todo lo que se nos escapa y se agazapa más allá, evitándonos. Porque ese algo que hay que hacer con las palabras no está en las palabras ni puede apresarse con palabras. No es cuestión de técnica, ni de estilo, ni de cultura, ni de leer mucho, ni de corregir mucho. Un escritor debe hacer suyo el lenguaje, debe aprender a dominarlo de tal modo que pueda hacer cualquier cosa con las palabras, y a continuación olvidarse completamente de esas artes, lograr que el lenguaje sea para él como una segunda naturaleza. Porque la clave para escribir bien (todos lo sabemos) no está en el lenguaje, sino en la vida. (...) Para escribir bien, lo sabes, es necesario ser siempre joven. Es necesario sentir la vida en la piel, en la sangre, en los huesos. Es necesario sentir la maravilla, el miedo, la angustia, el inmenso anhelo que jamás se sacia, pero sentirlo cada vez de una manera nueva, como si el mundo acabara de comenzar, como si la lluvia que cae fuera la primera lluvia del mundo. Para escribir bien es necesario no tenerle miedo a la lluvia, como esas personas que en mitad de una tormenta sonríen y no intentan cubrirse. Hay una temeridad que nunca intentamos y un acto de valor con el que ni siquiera nos atrevemos a soñar. Y hay también en cada uno de nosotros la sombra de una ofensa que nos han infligido con horrible rudeza y que nos humilla todos los días de nuestra vida. (...) Nuestra inteligencia, nuestra ironía, nuestro ingenio, no bastan. Es necesario algo más: decir lo que no se sabe, decir lo que no se entiende, lo que todavía no es nada, lo que es sólo ruido, sólo locura y gesto. Ahí, en ese acto de valor temerario está el límite que separa lo dicho de lo que nadie ha dicho todavía. Rama feroz que roza mi mejilla al pasar y me despierta.

Lee el texto íntegro en FronteraD

martes, 2 de noviembre de 2010

De Clark Kent a Mary Poppins 12: Mom

Mi garganta se ahoga en miel y paso la frontera del primer mes con tos y carraspeo. Y sin apenas voz. Es 2 de noviembre y mientras unas mellizas celebran juntas su cumpleaños, (Happy Birthday, cousins) yo no puedo remediar acordarme de las velas que ya no se soplan. 
Es ya noche cerrada, aunque no sea noche. Son los efectos del cambio horario. La mente me traiciona, una vez más, y justifico lo extraño con un "I going to" que no sabré diferenciar de un "I will" más verbo en infinitivo. El futuro se me escapa porque ya no sé qué quiero. Como casi todos. O más o menos. 

Solo espero que no haya placas y que la miel con limón (y whisky, ¿por qué no?) me devuelvan la voz, en español o inglés, y deje de sentirme al caer la noche una sirenita en busca de un apuesto caballero odiando a Ursula, que de pulpo pasó a ser medusa.


La mala garganta me acompaña desde niña. Recuerdo a mi madre despertándome para darme la medicina, ponerme el termómetro y colocar en mi frente un pañuelo mojado en agua. Crecer es que mamá ya no te ponga pañuelos en la frente y sean a ti, sin ser madre, a quien se abracen en mitad de la noche cuando las pesadillas acechan a una niña que, a ratos, en lugar de madre tiene au pair.
Pero mañana, a esta misma hora, estará ya aquí mi madre, my mom, acompañada de sus dos fieles escuderos, y, a pesar de ello, good friends. Y qué ganas. Welcome to IRELAND...
Y yo podré ser de nuevo una niña. Aunque sólo sea por un rato.