miércoles, 30 de septiembre de 2009

Haciendo maletas

Tres, seis, nueve o doce meses. Paso un tiempo en la ciudad perfecta y después, al despertar, la perfección es tan sólo la imagen deformada de una utopía. Vuelvo a hacer maletas, aunque ni por esas aprendo. Me duele el estómago y las despedidas saben a aguacero. El efímero hoy no será mañana nada más, ni nada menos, que un bonito recuerdo. Todo es pasajero, nada ni nadie permanece. No juro amor eterno porque creo en el amor pero no en la eternidad. A las promesas sólo les salva la noche y el alcohol, que son las mentirosas que mejor mienten. Ni encontré las respuestas que buscaba ni me deshice de mis miedos pero vi amanecer y anochecer mirando al mar, entre naranjas y azules.
Dentro de poco, este tiempo transcurrido sólo será un recuerdo de esos de "me parece que fuese hace un siglo", y al mismo tiempo, como aprendí a disfrutar de cada mentira, ocupara un lugar especial en mi trayectoria. Supongo que es también una especie de maleficio y malicia gallega, que te abren el alma, y luego cuesta cerrarla.

domingo, 27 de septiembre de 2009

De prácticas (IX): De Primera

"Es que cualquier cosa le hace ilusión", le dice, refiriéndose a mí, mi jefa a Pablo (mi redactor favorito) mientras él se burla un poco de mí. Y es que lo cierto es que me emocionaba muchísimo ir a una reunión "de primera" del periódico.
Cada día, a las 19.30 de la tarde, suena una campana y los jefes de sección se reunen con subdirector, adjuntos, director y demás personal de despacho para "cantar" (explicar, dar titulares) sus temas y debatir entre todos que irá al día siguiente en la portada del periódico.
Durante todo el verano he estado escuchando esa campana y viendo a mi jefa ir y venir de esa sala en la que yo nunca había entrado. Así que llegó el momento de entrar.

Una mesa ovalada gigante, sillones forrados, fotografías de nuestra historia en las paredes y una pantalla hacia la que todos miran. En ella se proyecta la maqueta provisional de la portada del periódico. Mientras, un hombre va escribiendo los temas que se van proponiendo en el espacio en el que quizás podrían ir.
Habla la jefa de economía. La temen todos. A mí me encanta (será porque nunca la tuve de jefa). Tiene fuerza, garra. Van colocándose sus temas hasta llegar al más polémico. Lo que finalmente quedará metido en la parte inferior de la página bajo el titular de "La Xunta se opone a que Caixanova se integre en una alianza con cajas no gallegas", da que hablar. El director no termina de verlo claro y pide que llamen al redactor que ha escrito la información. Ambos mantienen una explicativa charla, en la que el periodista da cuenta detallada de las fuentes utilizadas y del proceso de elaboración del artículo. El director se queda satisfecho, me mira a mí, espectadora pasiva de la escena, y me dice: "para que veas lo en serio que aquí nos tomamos el contrastar fuentes". Yo, que continuo emocionada, sonrío y asiento.
La jefa de economía sigue con sus temas. Canta: "Europa autoriza a Zeltia a vender en el Yondelis como fármaco contra el cáncer de ovario". Así queda, pero realmente no lo cuenta así. Hasta que la noticia se fija con ese titular pasan mil enfoques, mil palabras y hasta el debate sobre si el tema es de Economía o debería haberlo llevado Sociedad. La jefa de economía defiende, con uñas y dientes, que es de su competencia. Si ya decía yo que era una mujer potente...
Luego se cuela el jefe de Nacional. Va rápido, la información gallega prima sobre historias nacionales. Poca cosa interesante en Deportes, accidentes repetidos y glorias locales.

Y llega mi momento esperado, el de ver a mi jefa en acción, defendiendo lo suyo.
He de decir que tiene al poder de su parte, la sección de Galicia es el corazón de La Voz. "Te estamos reservando la portada", le dice el director. "Como a mí me gusta", responde ella.
Zona cero del incendio, Educación, Feijoo... No hay tema claro. Llaman al editor de fotografía.
Las instalaciones portuarias están como primera opción. Pero las fotos, demasiado políticas con el primer plano de Feijoo, no convencen al director. Optan por una foto del incendio, 18 horas después de originarse aún siguen los bomberos apagando fuegos. Finalmente, aunque cuando yo salí de aquella sala, el fuego quedaba colocado en la foto de portada, a la mañana siguiente era la foto del puerto la que reinaba en primera. El incendio, eso sí, quedaba en titulares, finalmente así: "El incendio de la fábrica de Boiro continuaba activo anoche tras más de 30 horas".
Decidida la foto de portada, la atención se centra en la noticia principal. Mi jefa canta sus temas hasta que, de pronto, el director, con una sonrisa de satisfacción, señala y dice: "Ahí tenemos la noticia de portada".
Después de varias vueltas -no hay nada tan complicado como escribir titulares-, se queda en "Feijoo quiere dejar para el 2010 el debate sobre la titulación de Medicina en A Coruña y Vigo" (Aunque el Vigo también desapareció en algún momento).

Prácticamente, la portada está hecha. Antes de la reunión de primera, ya ha habido a lo largo de todo el día un montón de reuniones y todo el mundo sabe más o menos bien qué está pasando en el mundo y qué y cómo el periódico va a contarlo.
Mi jefa abandona la reunión y yo, con ella. He podido comprobar en primera persona como la portada es un trabajo de todos. Como el director tiene la última palabra pero es fácil de convencer siempre y cuando se le den los argumentos correctos y razonados. He visto como cada jefe, a pesar de sus apariencias, metidos en acción defienden a sus noticias, y a sus cachorros, como si el líder de una manada se tratase.
La calidad y el cuidado esmero que se pone en cada mínimo detalle es una de las cosas que más han llamado mi atención haciendo prácticas en este periódico. Y la labor de realizar la portada es prueba evidente de ello. Razonamientos, debates, y lealtad se han conjugado. Y salgo de la reunión creyendo en el Periodismo, totalmente ilusionada. Será eso, que me ilusiono con cualquier cosa.

martes, 22 de septiembre de 2009

¡¡¡Licenciada!!!


Con un “ya puedes relajarte” recibido en un e-mail en la mañana del domingo, me informaban de que –extraoficialmente- tenía aprobado el dichoso examen de inglés, y que, por lo tanto, ya era licenciada en Periodismo. Mi hermano y mi amiga Cristina estaban conmigo, y yo, que pensaba que este idioma pendiente me perseguiría por los siglos de los siglos, no podía aún creérmelo. En shock aún, llamé para dar la noticia a mi madre, que paso de mí, y a mi abuela, que se me puso a llorar...

Luego, mandé algún que otro mensaje, que con lo pesadita que he estado con el inglés, tenía que darle la noticia a mis amigos. Después me fui a mi universidad, quise compartir cara a cara la alegría con quien ha influido mucho, entre otras muchísimas cosas, en que me saque la carrera. Luego me fui pasillo arriba-pasillo abajo, Madrid arriba-Madrid abajo.

Comprendí dos cosas. Una es que un día te regalan un moleskine y te crees periodista y única, y luego resulta que al monje no lo hace el hábito, y además, único no hay nadie por muy únicos que seamos todos. Los moleskine también pueden comprarse en pack de tres, aún tengo mucho que aprender y hay demasiada competencia.

Lo segundo, más que comprenderlo fue ratificarlo. Esa sensación de desierto e incertidumbre ante no saber qué hacer, ese agobio por haber acabado la carrera del que me hablaban mis amigas, yo, como supuse que pasaría, no sólo no lo tengo, sino que ser hoy más periodista que nunca, a mí sólo me provoca alegría y seguridad. Y no hay nada que pueda amargarme el día: Estoy feliz.

He empezado por el lunes. Pero ahora, retrocedo un poco al viernes. Fue bajar en Chamartín y empezar a notar sarpullidos, alergia a la capital... ufff... pero luego se fue suavizando. Así que el sábado, salí feliz de mi examen y aquello del pensamiento positivo borro todo sarpullido inicial e incluso me plantee entre una de las posibilidades, regresar por algunos meses a este lugar de amores y odios tan extremos.

A mediodía, compartí exceso de comida y esperanzas; y por la tarde, compartí café y alguna cosa más. Llegué a casa contenta y huyendo de la masa que acogía la noche en blanco madrileña.

El domingo caminé desde Atocha hasta el Santiago Bernabéu. Consejos, suspiros, recuerdos e ideales. Una vuelta ciclista, porque todo gira. Un caballero colocando la chaqueta a su esposa, una limosna, un montón de esperanzas. Paseantes abrigados en calor. Y un verso de Ángel González: El éxito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento. Comida, merienda y cena: Amigos. Y la noche acabó desvelando secretos con forma de palabras.

Y así, el lunes desayuné nervios con café hasta que el “ya puedes relajarte” me llegó en forma de ilusión, de esfuerzo, de motivación y de ganas. ¿Tu mejor cualidad? Me preguntan esa misma tarde en la sala de juntas de un periódico. La insistencia, respondo. ¿Y qué ha sido lo mejor de la carrera? Lo mejor, sin duda, las personas que he conocido. La foto es de primero, la fría Segovia. Me he sacado la carrera por pesada y porque he estado acompañada de gente maravillosa.

Del preábulo al epílogo: sin los abrazos, sin las regañinas, sin las palabras, sin los cafés, sin las fiestas, sin los apuntes, sin mi moleskine regalado, sin los ánimos, sin las fuerzas, sin los mimos, sin los amigos, no hubiese sido posible. A veces me tachan de fría pero esta es mi forma de expresarlo: me siento enormemente agradecida y muy alegre... feliz, feliz.


jueves, 17 de septiembre de 2009

Marmorkuchen

Placas blancas en la garganta. Dolor de oído intenso. Reflejos, una vez mas, de que todo se acaba. Pero también, de que todo tiene sus consecuencias, y sus recuerdos. Las risas que marcan las patas de gallo. Los gritos que acaban en afonía. Los llantos que no logran dejar seco ningún mar por mucho que creas que se te acaba el mundo.

Tarde de pasteles alemanes, de clases de inglés, de despedidas. Veíamos lejano el final y, nuevamente, cada cual se aleja remando sin compañía su propia barca. Adverbios y preposiciones mezclados con harina, azúcar y chocolate. Pastillas con pacharán. Condicionales que suben la fiebre. Los Good luck! y los Cheer up! que van a necesitar polvos de los de Peter Pan.

El regreso a la ciudad sin mar, el lugar al que retorna, o eso dicen, siempre el fugitivo. Los nervios en el estómago que no puedo remediar, como me pasa con las cosas que no controlo, ni aunque estén en español. Las miradas que lo dicen todo porque ya no dicen nada. Lo que aprendí y no puedo olvidar. El pasado perdido, y el futuro, igual de oscuro.

Las ocho horas de tren que me esperan y las lluvias sin paraguas. No sé qué meter en la mochila y el oído me va a estallar a pesar de la sobredosis de ibuprofeno. Porque el momento siempre acaba llegando, y no sé si eso es present continuous o futuro o pasado o qué...

viernes, 11 de septiembre de 2009

"Menos agenda y más historias"


Parece que Miguel Mora, el corresponsal en Roma de El País, estuvo sembrado con sus preguntas a Berlusconi, en la rueda de prensa que se organizó en torno a la cumbre hispano-italiana que el Presidente del Consiglio ha mantenido con Zapatero.
Si con la anécdota de requerir un café (amargo o con un poco de veneno) comienza Mora su pregunta, el resto es una apelación directa al líder italiano, cuestionándole si se ha planteado dimitir de su cargo, como consecuencia del revuelo formado a causa de la "afición" de Berlusconi a las fiestas y a la prostitución.

La respuesta de Berlusconi se basó en varios puntos:
- Defenderse de las acusaciones enfatizando que son todo calumnias y mentiras, y asegurando que "no he dado un euro por prestaciones sexuales en mi vida, ni siquiera una sola vez".
- Halagárse a sí mismo: "Soy el mejor Presidente del Consiglio que Italia ha tenido en sus 150 años (...). He hecho y hago, y los italianos y lo saben".
- Criticar (no hay mejor defensa que un buen ataque) a El País, periódico que destapó la noticia, y, de paso, a la Repubblica y a L´Unita.

La respuesta del político fue calificada por el periodista de "chulesca e intimadatoria", en su intervención en el programa La Ventana de Gemma Nierga:


Y hoy las televisiones e internet seguían haciéndose eco del "enfrentamiento" entre el político y el periodista.

Ahora bien, el "estuvo sembrado" va en consecuencia al revuelo que se ha formado. Y Prisa sabe aprovechar el tirón y hacer que de los diez minutos de contestación, se esté hablando una semana, o un mes. Pero viendo el vídeo (que, por cierto, la Repubblica se apresuró a subir), me pregunto si va en consecuencia o no lo que ocurrió con lo que se está hablando estos días sobre lo ocurrido...

...........................................................................................................

De internacional a regional, y anoche fui testigo de las reflexiones sobre periodismo que la sección al completo, del periódico donde hago las prácticas, derrochaba entre rollitos de bonito y solomillo con moras. Los periodistas en su rato lúdico hablaban, como no, de periodismo. Decían que hacía falta calle, noticias... "Menos agenda y más historias"

...........................................................................................................

Dos titulares de la prensa de hoy:

"Se ha dejado barba, como Fidel"


"Yo durante la rueda de prensa de Berlusconi, no me reía"

¿Dos noticiones? ¿Dos increíbles historias? ¿Periodismo?

...........................................................................................................

En la rueda de prensa, Berlusconi contó la historia de su tía, la cual, mirándose al espejo, se decía a sí misma lo guapa que era. Lo mismo hace él, y lo mismo hacen los periódicos.

"Para quien ama conquistar, lo más bello es la conquista". Esa parte del discurso, además de no tener desperdicio, le saca al político su lado más... "italiano".

Si el duelo Miguel Mora-Silvio Berlusconi es o no tal duelo, si la barba de Fidel y las risas de Salgado son los datos más significativos (de titular) de sus respectivas intervenciones... igual tiene algo que ver con que el "tenemos que sacar historias y no agenda" sea el grito que acompaña a una cena, pero no el que vive en las redacciones.

No sé qué tal queda si suelto: será que los italianos se merecen a Berlusconi. O que los españoles, nos merecemos a Zapatero ( y a su inexpresiva cara durante todo el discurso de su compañero). O ¿por qué no? que los periodistas se merecen (¿nos merecemos?) este periodismo...

miércoles, 9 de septiembre de 2009

C. de caótico y R. de relojes

Justificar a ambos ladosO.V. y yo nos vamos a cenar, por segundo día consecutivo, a un local cerca del curro. Estamos convencidos de que detrás de ese negocio se esconde una noticia (de primera). Nos tomamos una hamburguesa mientras tanteamos el perfil de nuestros sospechosos. Al mismo tiempo, evocamos las agallas periodísticas de M.C., que nos tiene cautivados...
Hablamos de aventuras, de periodismo y de amor. Y a mi cabeza le hace falta poco para irse por los cerros de Úbeda (como buena andaluza). Igual aquí se van por los Picos de Europa o por las Fragas do Eume. Horas antes, una amiga me pide que le busque una cita sobre matrimonios. Yo me quedo con otras. ''Prefiero que me odien por lo que soy, a que me admiren por lo que nunca seré...'' Dicen que la frase es de K.C., un guaperas que decoraba mi carpeta en el instituto ocultando la mitad de su intrigante mirada tras ese flequillo rubio.
A estas alturas, capto como soy. Obsesiva, entre otras cosas. No hace falta que me nombren a M.M. para darme cuenta de que he sido así desde niña. Así que busco entre las mentiras de mi diario. Y hago una llamada de teléfono a medianoche.
"Que los sueños, sean mentiras de verdad"
.
Ésta es de J.S. Esbozo tres ideas en un papel coincidiendo con una nueva etapa: la llegada a Madrid. La fecha es del 2007. Aparece escrito:
"Retos para este curso: Humildad y superación del ego. Control".
Han pasado dos años. No, no cumplí mis retos. "Vas por buen camino", me anotan en una práctica que se pierde por ese mismo buen camino. Y entre un diario de lecturas y miedos, lo peor es abrirle las puertas a tu ángel de la guarda, porque se va al cielo y dejas de poder meterte en su cama.
Sigo sumando mientras la noticia se evapora en la noche. Temores de expectativas que nunca cumplí, días redondos y días trágicos, conversaciones de café al detalle pero que incluyen lo que no dijeron los silencios. Retales de amores y de besos furtivos.
Grandes acontecimientos y noches de ternura. Cartas a los Reyes Magos y mapa de ciudades. Versos bañados en la esperanza. Y la del Inem, que me dice que haga un curso de informática.
Capto que es la primera vez que no puse una sola foto decorando mi cuarto. Es porque ya no creo en las promesas.
"Enhorabuena", me ha dicho hoy M., que, claro está, no es M.B.., que no encajamos. Y las felicitaciones eran por soñar. Tiene gracia. Mañana más. Relojes que en el mismo momento marcan horas diferentes. Esa es la repuesta. Si lo que hay escrito en el agua se pudiera decir. Vuelvo a casa. Mañana cenamos utopías.
"Y el tiempo sigue pasando", acaparando una hoja. Hablaba de ilusiones y de cosas importantes. Más pan y menos hamburguesas.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Elecciones...

Mis alpargatas moradas están dando sus últimos pasos. Y nunca mejor dicho. Tengo comprobado que la vida de la alpargata no dura más de un verano. Pero ese límite no les resta importancia: durante su corto periodo de vida son las reinas. Y así son las cosas, durante un pequeño margen temporal hay cosas en tu vida (cosas, personas, emociones...) que le dan fundamento, que se hacen imprescindibles, que crees que serán eternas... Pero no, las alpargatas, como todo y todos en la vida, también mueren. Se acaban, tienen su fin.

Pero no nos pongamos tristes, sólo son unas alpargatas.

Enfrentarse a comprar un zapato es una cosa complicadísima, pero al llegar el verano, vas a tiro hecho, por eso no entras en una zapatería convencional sino en una alpargatería. El resto es pura complicación. Así lo pienso mientras voy calzándome mis alpargatas moradas (en su último aliento) y descartando con esa elección, el resto de mis zapatos. No es tan sencillo. En Huelva no se te ocurre colocarte unas botas a inicios de septiembre. Pero en A Coruña puedes ponerte en el mismo día unas chanclas, unos deportes y unas botas de agua, y no desentonar. Así que la ciudad complica hasta extremos la elección de calzado.


De menos a más.

Tengo unas sandalias verdes romanas que me dejan el pie al descubierto. Me parecen preciosas. Pero las cosas más bellas a menudo nos dejan a la intemperie, y no sé si soy capaz de exponerme hasta ese punto.

Tengo otras que llevan ya conmigo siete años. Me costaron caras pero me han cundido. Me han salido bien buenas. Son viejas conocidas que me han demostrado de sobra que puedo contar con ellas. A veces la solera sí es un grado.

Tengo unas deportivas marrones que se han recorrido Italia de arriba abajo y Galicia de este a oeste. Pero me presentan un dilema. Cuando las vi no me llamaron la atención, no me gustaron y pasé de largo. Pero resulta que mi madre se las pilló para ella y como no le entraban, las heredé. Así, a la fuerza, empezó nuestra relación. Discretas, compatibles con cualquier prenda, baratas, comodísimas... tenían todo lo empíricamente demostrable, a su favor. Pero a mí no me convencieron. Y sin embargo, y a pesar de la imposición, al final acabaron siendo perfectas.

El caso contrario -o no, aún no lo sé- son unos botines rojos. Los vi y me enamoraron. Y me los llevé. No me importaron los argumentos en su contra: un color que sabía que después no me combinarían con nada, una altura y una forma un tanto extrañas que no iban a terminar de encajar, un material un tanto sucio, posibilidades grandes de calarse... etcétera. Pero, olvidándome de la razón, me las llevé de la tienda. Aún es pronto para saber si la reciente adquisición fue solo un flechazo o serán capaces de imponerse entre la variada gama de zapatos invernales. De momento, cada vez que las veo me parecen aún más bonitas. Pero no sé si eso es suficiente, si para ponerme esas botas, basta con querer hacerlo...

Y así podríamos seguir. La duda constante. La lucha interminable entre las deportivas y las botas, entre ponerse un calzado de agua, que no te apetecen demasiado pero sabes que te resolverán la papeleta, o arriesgarse a las alpargatas, que te encantan, pero sabes que un imprevisto aguacero puede deshacerlas... como se deshacen los sueños.

Qué harta estoy de tener que tomar decisiones. Qué difícil se me hace elegir... zapatos.

martes, 1 de septiembre de 2009

De prácticas (VIII): Septiembre

Uno de septiembre. Después de la tempestad, siempre llega la calma. O eso dicen. Y en Galicia, parece ser una constante. Desde mi ventana, veo como el sol va reflejándose en el mar que me alegra la vista cada mañana y me viene a la mente el "Agosto resucita ell verano gallego" con el que Óscar, bajo lluvias, dejaba titulada una crónica para hoy. Pero ahora ya no llueve y yo me alegro de que nos hayan entrado refuerzos con cara de niño bueno. Así que ahora somos el grupo mayoritario: Tres becarios, dos redactores, un editor y un jefe.
Ayer fue uno de los días más ajetreados que hemos tenido en la sección en todo el verano. Uno de los motivos por los que me gusta ser periodista es porque es el único modo de saber qué y cómo se cuecen las historias... Repite la mítica frase Arcadi Espada en un libro que ando leyendo estos días: a periodistas y a policías, la realidad no va a estropearles una bonita historia. Y si ésta trae muertos, aún menos.
Casi hago pleno. Llego a la redacción algo antes de mediodía. Me entero que -una de cal y otra de arena-, tras unas semanas en la nevera, por fin se publica mi reportaje, pero que se han perdido las fotos. Paso la mañana tanteando los temas de esta semana y dándole la bienvenida a Óscar. Nos despedimos de Carla. El final de agosto, no es sólo -para unos el inicio, para otros el final- de las vacaciones. También es para algunos de nuestros compañeros, el preambulo de las clases y el final de las prácticas.
Después de la comida, empieza el ambiente. El crimen de Toén se publica hoy bajo el titular de "El ex novio de Laura Alonso confesó al saber que registrarían su casa". Pero eso sucedió entrando la noche y hasta entonces se barajaron miles de titulares. Desde un "la chica no tiene signos de violencia, igual no ha sido un asesinato" a... "parece que hay pruebas, ¿y el bolso?, se va a proceder a un registro, se suspende el registro, que regrese la jueza, parece que el ex-novio va a confesar..." Y mientras los mayores de 30 evocaban Twin Peaks, los menores aludíamos a Motivos Personales. El teléfono no paraba de sonar, los jefazos de pasearse redacción arriba-abajo, y el redactor jefe de gritar y acelerarse, que a este ritmo de vida no llega a los cuarenta.
No hay mejor clase que la de ayer para entender que las noticias nacen, se alimentan, se reproducen y mueren como cualquier ser vivo.
Y no todo fueron muertos, hubo también prisas, esperas y trabajo bajo presión. Discusiones y risas. Un barco sin aparente gobierno y un redactor que en dos minutos tiene toda la información en la palma de su mano con dos llamadas: "Mueve tus contactos". Eso sí que es una clase práctica de la importancia de la agenda.
Lo cierto es que así relatada, la tarde parece carecer de la emoción y el ajetreo que sí tuvo. Por eso, cuando a las once de la noche Laura, Óscar y yo (los tres becarios), cruzábamos la puerta del periódico para dar por finalizada una jornada laboral de casi doce horas, a ninguno nos extrañó que Laura repitiera aquello de que "con razón los periodistas tienen el record en índices de divorcios y de alcohólicos".
Nos fuimos a cenar y a criticar la profesión, los horarios, el ambiente, los jefes, y todo lo que tuviese que ver con el Periodismo. Para después de "despotricar a gusto", asentir con caras embobadas de periodistas novatos el "pero la verdad es que la tarde ha estado guay" con el Óscar daba por concluidas nuestras críticas.
Uno de septiembre, decía. Es la primera vez que ando haciendo prácticas este mes, acostumbrada a acabar siempre en agosto. Me he despertado con ganas. Aunque con ganas de periodismo, no con ganas de estudiar inglés que era el verdadero motivo por el que había puesto mi despertador a las ocho. Esto sólo era la excusa para retrasar el ineludible encuentro matutino con la odiosa lengua de Shakespeare.